jueves, 19 de julio de 2012

La necesidad de los amigos

Leer | 2 TIMOTEO 4.9-22

La independencia es una cualidad muy apreciada en nuestra cultura, pero bíblicamente no es una buena meta. En ninguna parte de la Biblia encontrará usted la cita errónea: “Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos”. El mismo hecho de que el Señor constituyó a la iglesia —una comunidad de creyentes— debe decirnos que Él no creó a las personas para que vivan aisladas.

Cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo, el Espíritu Santo mora en nosotros para que podamos tener una relación gozosa con el Señor y compañerismo unos con otros. En el plan de Dios, una amistad bíblica, estrecha y fiel entre dos creyentes sirve para edificarlos mutuamente a semejanza de Cristo. Miremos a cualquiera de los santos de las Sagrada Escrituras, y encontraremos evidencias de la dependencia de un buen amigo que le sirvió de apoyo. Pablo, en particular, hablaba con toda confianza y a menudo de sus queridos amigos, y animaba a otros a tener también buenas amistades (2 Ti 2.22).

Es interesante el hecho de que nuestra cultura parece dirigirse en la dirección contraria. Cuando más se aleja nuestra nación de Dios, más generalizada se vuelve nuestra actitud de autosuficiencia. Los vecinos se tratan entre sí con desconfianza, y esa actitud también ha invadido a la iglesia. Nos hemos vuelto renuentes en dar a otros, lo que, a su vez, nos hace renuentes a recibir.

La Biblia nos dice que nos amenos unos a otros, que compartamos las cargas de nuestros hermanos, y que nos confesemos nuestras ofensas mutuamente (Jn 13.34; Gá 6.2; Stg 5.16). Así es como los miembros de la iglesia pueden estimularse unos a otros para ser más semejantes a Cristo.

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