miércoles, 7 de noviembre de 2012

La autoridad ordenada de Dios


Leer | 1 SAMUEL 15.1-23

El plan de Dios para cada uno de nosotros es que tengamos lo que es mejor para nosotros. Su designio nos lleva a plenitud de vida. Pero no nos creó para que fuéramos unos robots sin vida y sin entendimiento. El Señor nos permite elegir si vamos a obedecerle o no. Nuestra naturaleza humana tiende a elegir un rumbo egocéntrico que se aparta de la autoridad de Dios. Pero al hacerlo nos perdemos de lo mejor que Él tiene para nosotros.

Pensemos en la vida del rey Saúl. Dios escogió a este hombre para que fuera rey, y le dio órdenes. Aunque Saúl conocía las instrucciones del Señor, decidió hacer las cosas a su manera. A veces, su pecado era indudablemente deliberado, tal como su intento de asesinar a David por celos. Otras veces, sin embargo, su rebelión parecía menos clara. Por ejemplo, a pesar de la orden que Dios le dio de destruir por completo a los amalecitas y a sus animales, Saúl dejó con vida lo mejor del rebaño, con la justificación de que eran para “ofrecer sacrificios a Jehová” (1 S 15.3, 21).

Su desobediencia le costó el trono y, al final, lo llevó a la destrucción. Este hombre eligió el camino que satisfacía sus deseos carnales del momento, pero como sabemos por su historia, el resultado final no fue nada agradable. Nosotros podemos aprender de los errores de Saúl. La obediencia a medias es pecado.

Cada día enfrentamos los mismos tipos de decisiones. Aunque los detalles sean diferentes, tanto las tentaciones grandes como las pequeñas nos atraen. Podemos vivir de acuerdo con la voluntad de Jesucristo, obedeciendo su dirección, o negarnos a hacerlo. Decida hoy vivir como Dios manda.

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