martes, 11 de diciembre de 2012

El cielo verdadero

No estoy seguro de cómo comenzó este concepto erróneo sobre el cielo, pero puedo asegurarle que la Biblia no apoya la idea de que estaremos reposando en nubes y tocando arpas. Hemos sido dotados y preparados para cumplir el propósito de Dios en esta vida. Y Él tendrá todavía un propósito para nosotros en la vida venidera.
En el pasaje de hoy, Jesús describe al reino de los cielos en el contexto de un hombre rico que da dinero a sus servidores para que lo inviertan. Los hombres que sirvieron fielmente a su amo son felicitados con entusiasmo, y reciben responsabilidades mayores. Cuando estemos en el tribunal de Cristo, nuestra mayor recompensa será escucharlo decir: “Hiciste bien, siervo bueno y fiel (Mt 25.23 NVI). No me puedo imaginar unas palabras que pudieran agradarme más, que un elogio del Salvador a quien amo más que a todas las cosas.
También recibiremos nuestra nueva responsabilidad en el reino celestial del Señor. Esta es la parte de la recompensa que corresponde a las palabras: “Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más” (v. 23). ¡No habrá nada de holgazanería para nosotros! Tendremos un cielo y una Tierra renovados para vivir en ellos y disfrutarlos (2 P 3.13). En nuestros cuerpos perfeccionados, con un corazón y un alma en sintonía con el Señor, le serviremos a Él, y nos serviremos también unos a otros.
Dios tiene un plan para cada creyente, y por tanto los ha capacitado a cada uno para ese propósito. No hay lugar para la pereza ahora, o para después de llegar a nuestro hogar eterno. Este mundo es nuestro ensayo para la vida que nos espera, y por eso debemos prepararnos como siervos buenos y fieles.

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