sábado, 1 de diciembre de 2012

La razón para nuestra audacia

Aunque la mayoría de los cristianos están muy familiarizados con el evangelio, muchos son reacios a compartir su fe porque no se sienten capaces de explicarlo a otra persona. Cuando nos falta confianza en nuestro conocimiento de la salvación por medio de Jesucristo, el temor a las reacciones negativas o a las preguntas, pueden impedirnos abrir la boca.
Pero recordemos que Dios nos ha dado el mensaje más importante del mundo. Puesto que enfrentamos muchas filosofías antibíblicas y a tanto engaño religioso, necesitamos tener claro el evangelio, y ser capaces de presentarlo con confianza y denuedo. No podemos dejar que el temor o la ignorancia nos impidan dar a un mundo perdido el único mensaje que puede cambiar el destino eterno de una persona.
El apóstol Pablo recibía con agrado cualquier oportunidad para hablar a la gente de Cristo, porque se centraba en el poder transformador del evangelio, no en las reacciones negativas que podía encontrar. A menudo, la razón por la que nos avergonzamos de hablar de nuestra fe, es porque estamos preocupados por nosotros mismos. Pero si prestamos atención a las personas que están en nuestro entorno, si expresamos un interés sincero por ellas y si le pedimos a Dios que nos abra una puerta para compartir nuestra fe, Él responderá nuestra oración.
Tendemos a interesarnos por actividades que se desvanecen con el tiempo. Pero las almas son eternas y las personas necesitan conocer al Salvador. Busque oportunidades para saber cómo están. Cuando las necesidades de otras personas conmuevan su corazón, usted estará deseoso de presentarles el evangelio.

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