lunes, 18 de febrero de 2013

Solución de problemas mediante la oración

El énfasis cultural en el “yo” personal ha generado una crisis en cuanto a la oración. Muchos creyentes se enfocan en un problema o en lo que creen que puede ser su solución, en vez de hacer de Dios el centro de su atención. Segundo de Crónicas 20 nos enseña una manera mejor de actuar.
El rey Josafat enfrentaba una grave situación: “una gran multitud” se acercaba rápidamente para destronarlo. Si él se hubiera puesto a retorcerse nerviosamente las manos y a llorar con desesperación en vez de concentrarse en Dios y su ayuda, Jerusalén hubiera sido destruida como era el propósito de los moabitas y los amonitas.
Por medio de las palabras de su poderoso ruego, Josafat reveló su firme convicción de que ningún problema —ni siquiera los devastadores ejércitos que se acercaban velozmente— era mayor que el Señor del universo. El ejército israelita no podía hacer nada contra esa violenta arremetida, pero el rey se negó a sucumbir a su temor y desesperación iniciales. “A ti volvemos nuestros ojos”, afirmó. En otras palabras: “Sabemos que tienes un plan, y estamos esperando ver lo que harás”. Buscar la voluntad del Señor y su manera de hacer las cosas, que es la mejor, es una prioridad para quienes quieran resolver los problemas por medio de la oración.
Dios no quiere que oremos esporádicamente, diciéndole: “Señor, te ruego que resuelvas mi problema. ¡Amén!”, para después ocuparnos de los asuntos del día. Si el Señor va a resolver alguno de nuestros problemas, debemos tener abiertos nuestros oídos, mentes y corazones para obedecer a su respuesta.

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