lunes, 25 de febrero de 2013

Una batalla invisible

Leer | EFESIOS 6.10-12

Satanás sí existe, y nuestra destrozada sociedad es testigo de su realidad. Quienes lo ignoran, lo hacen por su cuenta y riesgo. Esto también es cierto para los cristianos, porque todos estamos en guerra contra él. La batalla espiritual es personal; Satanás crea con gran destreza ataques para cada persona. Aunque no puede robarle al creyente el Espíritu de Dios, si puede, y de hecho lo hace, molestarnos física, mental, emocional y espiritualmente. Cada ataque tiene el propósito de derrotar nuestro testimonio para que no podamos tener una vida victoriosa centrada en Cristo.

Nuestro enemigo no es omnisciente, pero sí astuto. Observa nuestras fortalezas y nuestras debilidades para determinar cómo atacarnos. Tan pronto como su presa se vuelve cómoda y lo que menos espera es tener problemas, el diablo acciona una trampa. Por ejemplo, puede tentar a un esposo para que tome una decisión financiera poco sabia, que enoje a la esposa y la haga sentir insegura. Pero el esposo no es su enemigo; él necesita el amor y el perdón de ella. El enemigo es siempre Satanás y su legión de demonios.

La primera regla de la batalla es conocer a nuestro enemigo, y gracias a las Sagradas Escrituras podemos hacer eso. La Biblia contiene también una garantía importante: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Jn 4.4).

Las fuerzas unidas del infierno no pueden igualarse al poder sobrenatural que hay en un solo creyente. Tenemos a Cristo viviendo dentro de nosotros, el mismo Cristo que triunfó en la cruz y cuya victoria final sobre Satanás está profetizada en Apocalipsis. Por medio de Él, podemos vencer a Satanás.

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