martes, 7 de mayo de 2013

El cielo: Nuestro hogar eterno

Leer | JUAN 14.1-4
Jesús anunció a sus discípulos que se marcharía pronto. Sin embargo, también les prometió que regresaría un día para llevarlos a una casa que prepararía para ellos (Jn 14.3). Este versículo nos confirma que el cielo es un lugar real.
Según la Biblia, los cristianos tienen su ciudadanía en el cielo (Fil 3.20), nuestro tesoro está guardado allí (Mt 6.20), y ese será nuestro hogar eterno (1 Ts 4.17). Dios no está describiendo un mundo imaginario. Por el contrario, todos los creyentes pueden tener la confianza de que serán reunidos allí, en una morada tangible.
El espíritu de todo cristiano entra en la presencia de Dios inmediatamente después de la muerte física (2 Co 5.6). Una vez que el tiempo del Señor se haya cumplido para que vengan la tribulación y el juicio final, Él hará nuevas todas las cosas. Primero, nuestros cuerpos serán resucitados como inmortales, libres de dolor y con lozanía espiritual (1 Co 15.42). Después, la Tierra se transformará en un paraíso incorrupto y nosotros entraremos a la nueva Jerusalén celestial (Ap 21.10-27).
En el cielo, los hijos de Dios pasaremos la eternidad sirviéndole y adorándole. Pese a la idea equivocada de que estaremos en las nubes tocando arpas, ¡no estaremos de brazos cruzados, sin hacer nada! Sí descansaremos, pero de las tentaciones, las angustias, las pruebas y el dolor.
El paraíso está más allá de nuestra imaginación, pero sí sabemos que la vida del creyente continúa en el cielo. Como ciudadanos de ese reino, nos ocuparemos del trabajo de servir y alabar a Dios. Además, disfrutaremos de nuevas fuerzas y de la armonía perfecta con el Señor y otros cristianos.

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