miércoles, 21 de agosto de 2013

Bendecir a nuestros enemigos

Cuando nos llegan noticias de la iglesia perseguida, sabemos de cristianos que, a pesar de ser golpeados, acosados y encarcelados, responden con una gracia y una dignidad inimaginables. Estos creyentes han aprendido a aplicar el mandamiento de Cristo de “amar a los enemigos”, aun en las circunstancias más difíciles.
Puede ser que nosotros nunca enfrentaremos una golpiza por nuestra fe, pero nos encontraremos con personas que nos odien y nos traten mal. La respuesta fácil y natural es que los detestemos como contrapartida, pero albergar mala voluntad hace que el resentimiento sofoque nuestro testimonio. En vez de eso, el Señor Jesús nos manda que amemos a nuestros enemigos y que los tratemos bien. La palabra griega es agape —que significa “amor incondicional”. El amor agape requiere de nuestra voluntad y esfuerzo. Cuando decidimos amar, nuestros sentimientos obedecen la decisión de nuestra mente.
Responder de una manera positiva a un enemigo será beneficioso para esa persona. Dios tiene en mente un plan redentor para esa vida, y nosotros tenemos la oportunidad de mostrarle el camino al Señor. Una respuesta agria o airada de nuestra parte, solo servirá para aumentar el deseo de nuestro enemigo de causarnos daño.
El impulso natural de devolver mal por mal, solo puede ser dominado por medio de la oración, el arma más poderosa de nuestro arsenal. En vez de rogarle al Padre que derrote a nuestro enemigo, podemos pedirle la oportunidad de expresar un amor genuino a la manera de Cristo ante la oposición. Esa es la clase de oración que Él se deleita en contestar.

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