Emigrar y el propósito de Dios

El dolor de partir El dolor de partir Dejar tu país duele de una manera que muchos no comprenden. No es solo cambiar d...

30/11/25

Emigrar y el propósito de Dios

El dolor de partir

El dolor de partir

Dejar tu país duele de una manera que muchos no comprenden. No es solo cambiar de lugar; es soltar parte de tu historia. Se queda atrás el idioma que te formó, las calles que te vieron crecer, las personas que marcaron tu vida. Ese desgarro es real, y Dios no lo ignora. La Biblia recuerda que Dios ve cada una de nuestras lágrimas y no las pasa por alto: “Tú has contado mis huidas; pon mis lágrimas en tu redoma” (Salmo 56:8).

Pero escucha: ese dolor no es un final, sino un principio. La Palabra enseña que los procesos difíciles pueden convertirse en caminos hacia la victoria. “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). No hay madurez sin lucha, no hay fruto sin proceso. A veces lo que aparentemente nos rompe es lo que Dios usa para formarnos.

Cuando avanzas con nostalgia, cuando caminas con miedo, cuando te preguntas si diste el paso correcto, recuerda que Dios mismo promete caminar contigo. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo… cuando pases por el fuego, no te quemarás” (Isaías 43:2). Él no abandona a los que decide guiar. Su presencia no depende de un territorio.

En ese lugar de incertidumbre, Dios actúa. La Escritura afirma: “El corazón del hombre piensa su camino, mas Jehová endereza sus pasos” (Proverbios 16:9). No te moviste por casualidad. Hay propósitos que solo nacen cuando alguien se atreve a salir de la zona conocida, como Abraham, quien “obedeció para salir al lugar que había de recibir… sin saber adónde iba” (Hebreos 11:8). Esa fe que te impulsó también te sostendrá.

Cada puerta cerrada, cada despedida que dolió, cada lágrima guardada en silencio, Dios la usa para levantarte. Su Palabra lo asegura: “El Dios de toda gracia… después de que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10). Nada en tu proceso es desperdicio.

Estás creciendo. Estás siendo formado, aunque no lo percibas cada día. El Señor trabaja en ti para algo mayor. “Estando persuadido de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará” (Filipenses 1:6). Él no deja obras a medias; te está moldeando para una misión que solo puede revelarse desde donde estás ahora.

Por eso, sigue firme. “Manteneos firmes en la fe” (1 Corintios 16:13). Confía en Cristo, incluso en lo que aún no entiendes. Sirve donde estés, aunque parezca pequeño, pues está escrito: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor” (Colosenses 3:23). Él revela su voluntad paso a paso, en el tiempo exacto.

Y cuando mires atrás, verás que nada fue en vano. Cada paso, cada lucha, cada frontera cruzada fue parte del propósito perfecto de Dios. “Jehová cumplirá su propósito en mí” (Salmo 138:8). Él ya había diseñado ese “más grande” mucho antes de que tú supieras que ibas a partir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario