Leer | ROMANOS 11.33-36
A la mayoría de nosotros nos gusta sentir que tenemos el control de nuestra agenda, y nos frustramos cuando las cosas no salen según lo planeado. Pero si realmente deseamos andar en el centro de la voluntad de Dios, debemos estar dispuestos a cooperar con sus planes.
Piense en la manera cómo ora, en cuanto a las situaciones de su vida. Sin que se dé cuenta, es posible que le esté exigiendo a Dios que siga la agenda que usted ha hecho. Pero si creemos que Él es quien dice ser, ¿cómo puede el entregarse a su dirección no ser para nuestro beneficio? Piense en las asombrosas cualidades del Señor:
Su conocimiento total. A diferencia de nosotros, el Señor tiene conocimiento absoluto de nuestro mundo, y de los detalles pasados, presentes y futuros de cada vida.
Su sabiduría absoluta. Dios entiende todos los motivos del hombre, pues tiene la sabiduría para tomar acciones basadas en la verdad.
Su amor incondicional. Nuestro Creador está motivado por el amor, y continuamente quiere lo mejor para nosotros. A menos que confiemos en su amor, nuestra perspectiva de la realidad será distorsionada.
Su suficiencia perfecta. A su debido tiempo, Dios nos dará todo lo que necesitamos para llevar a cabo su plan.
Someter nuestra agenda a Dios requiere fe y valentía; creer en la generosidad de su corazón y en sus planes; y decidir esperar hasta que Él dé la señal para seguir adelante. Después, a medida que siga la agenda del Señor, usted experimentará el gozo de verlo obrando en su tiempo.
Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser Santificados en la verdad (Juan 17:19). La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como co-herederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo.
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