miércoles, 27 de junio de 2012

Dios desea obediencia, no sacrificios. Quien obedece, se entrega a sí mismo a Aquél en quien confía. Y Él se agrada con esta ofrenda y nos hace ver con los ojos de la fe su magnífica obra en plena construcción : la ciudad de Dios, la Jerusalén celestial. Ese es el lugar donde Él mora en los Cielos desde antes de Crear lo visible e invisible; el santuario de su presencia que viene preparando para recibir allí nuestra adoración.

El Señor nos abra los ojos y ayude para que impidamos que nuestra vida de fe sea contaminada con costumbres y obligaciones mundanas extrañas a la adoración y servicio que sólo Él busca y merece.

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