jueves, 5 de julio de 2012

SATISFACCIÓN PARA EL ALMA SEDIENTA

Leer | 1 PEDRO 2.1, 2

Piense en alguna vez que haya tenido muchísima sed. Probablemente habría dado cualquier cosa a cambio de un sorbo de agua. Cuando finalmente logró su deseo, no había nada que pudiera haber saboreado más que ese vaso de agua, fría y refrescante.

Compare esa necesidad física con la sed espiritual. El Señor Jesús se refirió a sí mismo como el “agua viva”, porque conocía nuestra profunda necesidad de satisfacción. Solamente Él puede satisfacer de verdad.

¿No es curioso, entonces, que vivamos en una sociedad donde la mayoría de las personas se sienten insatisfechas? En Cristo, tenemos todo lo necesario para estar contentos y satisfechos. Pero nuestro mundo nos engaña diciéndonos que vayamos tras la gloria y otros sueños vacíos. El enemigo sigue engañando, diciéndonos que sus pobres sustitutos traerán satisfacción al hambre que hay dentro de nosotros.

Nuestro Padre celestial es todo lo que necesitamos. Veamos tres pasajes de la Sagrada Escritura. Jesús se llamó a sí mismo “el pan de vida” y el “agua de vida” —el sustento que necesitan nuestras almas para sobrevivir y sentirse bien (Jn 6.34, 35; 7.38). Su Palabra es viva, capaz de enseñar, convencer y redirigirnos hacia un camino de santidad (He 4.12). La verdad de Dios, que es llamada leche espiritual, nos proporciona el alimento que necesitan nuestras almas (1 P 2.2).

Nuestros corazones son como un rompecabezas. No importa cuánto tratemos de poner a la fuerza una pieza en el lugar equivocado, ella nunca encajará correctamente. De manera que, busque al Señor Jesús, y su agua de vida dará satisfacción a su alma.

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