Leer | ISAIAS 41.8-13
Hoy día, hay muchas razones para sentir temor. Nuestro mundo parece estar en un estado permanente de guerra y de crisis. El mercado de trabajo es deprimente, los desastres naturales causan estragos y los relatos de crímenes son noticias de primera plana. Sabemos, como cristianos, que el temor no debe tener lugar en nuestras vidas, pero ¿cómo podemos ignorar lo que está pasando a nuestro alrededor?
Básicamente, hay dos caminos que usted puede transitar: el de la fe o el del temor. Es imposible confiar en Dios y no confiar en Él, simultáneamente. Otra forma de decir esto es que usted no puede obedecer y desobedecer a Dios --la obediencia a medias es desobediencia.
Sin embargo, algunos cristianos deciden vivir con temor. Al ver que otros experimentan dificultades, comienzan a preguntarse si lo mismo pudiera sucederles a ellos. Alguien de mi oficina perdió su empleo, ¿seré yo el próximo? Alguien falleció en un accidente --yo podría morir también. Pero esta clase de "lógica" coloca sus circunstancias por encima de su relación con Dios.
Si Satanás logra hacerle pensar de esta manera, habrá ganado la batalla por su mente. Pero cuando usted pone sus ojos en Dios antes que en sus circunstancias, usted gana. La Biblia nos dice: "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Ti 1.7).
Nuestro Padre celestial entiende nuestras frustraciones, sufrimientos, dolores y temores. Él siempre está allí para alentar nuestro corazón y ayudarnos a entender que Él es suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades. Esta verdad es la única que puede ayudarnos a superar todos nuestros temores.
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Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser Santificados en la verdad (Juan 17:19). La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como co-herederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo.
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