Leer | 1 REYES 11.1-13
Las minas terrestres cuidadosamente camufladas son mortíferas armas de guerra. Si un soldado pisa una, sin darse cuenta, sufrirá lesiones graves o la muerte. Lo que es cierto en las batallas físicas, también lo es en el mundo invisible. En el camino de todo cristiano hay minas terrestres espirituales, que causan un gran daño a los creyentes incautos que las pisan.
Uno de tales peligros ocultos es el claudicar o ceder. El rey Salomón es un trágico ejemplo de un hombre que resultó lesionado por esta mina terrestre espiritual. Dios lo preparó con una sabiduría incomparable para que gobernara a Israel, y le dio la tarea de construir su Templo. Pero, a pesar de estas bendiciones, su corazón comenzó a alejarse del Señor. Siguió sus propios deseos, y se casó con muchas mujeres extranjeras que lo llevaron a la idolatría. Su corazón no se apartó de repente, sino que hubo un lento proceso de malas decisiones que violaban los mandamientos de Dios.
Muchas veces, pensamos que un pequeño paso que nos aleja de Dios no es tan malo; después de todo, siempre podemos regresar. Pero Satanás está esperando ese paso. Tan pronto como usted lo da, él gana. Ahora tiene un punto de apoyo y redoblará sus esfuerzos para llevarlo aun más lejos. De ahí en adelante, cada paso que usted da es más fácil y pronto estará alegando que eso realmente no es pecado.
Dejarse llevar por los demás puede ser dañino. Rompe la comunión con Dios, y por ignorar al Espíritu Santo, sus fuerzas para resistir la tentación se debilitan. Puesto que los incrédulos son dados a ver la hipocresía en los cristianos, eso también arruina su testimonio. No dé ese primer paso.
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Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser Santificados en la verdad (Juan 17:19). La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como co-herederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo.
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