Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser Santificados en la verdad (Juan 17:19). La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como co-herederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo.
martes, 23 de octubre de 2012
Nuestro crecimiento como cristianos
Leer | GÁLATAS 2.20
En la vida cristiana hay una meta, expresada por Dios de esta manera: “A los que antes conoció… los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro 8.29). Este proceso se conoce como santificación. Se identifican varias etapas en el trayecto hacia esa meta, pero la mayoría de los creyentes no están familiarizados con ellas. Permítame ofrecerle algunas definiciones, para que conozca dónde se encuentra en ese camino, y sepa qué debe esperar.
La salvación es la primera etapa de la vida cristiana. Se refiere a nuestra redención del pecado gracias al sacrificio expiatorio de Cristo. Como resultado recibimos el perdón, que nos permite tener una relación con el Todopoderoso.
Después, Dios nos da la oportunidad de servirle (Ef 2.10). Fuimos creados para hacer buenas obras en el nombre de Jesús.
Luego, el comienzo de la tercera etapa: un sentimiento frustrante de incompetencia. Esta desagradable pero necesaria parte del camino, puede variar en tiempo. Sin ella, nos sentiríamos autosuficientes y orgullosos. Debemos reconocer que, aunque difícil, esta fase es hermosa, porque nos conduce a la mejor parte de nuestra vida espiritual: la total dependencia del Señor Jesús como el Señor de nuestra vida. Y estaremos logrando nuestra meta final: convertirnos en un reflejo de Cristo.
Pablo nos recuerda que fijemos nuestros ojos en la meta de madurez en Cristo (Fil 3.14).
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