martes, 18 de diciembre de 2012

La consagración de David

Leer | SALMO 42.1-8

¿Quiere saber quién es Dios, y lo que Él más desea? Es posible que usted haya almacenado un montón de información intelectual acerca de Dios y de la Biblia; eso es importante, pero no es lo principal. Usted puede servir al Señor y ofrendar generosamente a la iglesia, pero lo más importante es la profundidad de su relación con Dios. El conocimiento, el servicio y los diezmos nunca pueden sustituir a una relación personal con el Señor Jesucristo.
El salmista y rey David entendió esta verdad, y ella lo fortalecía en tiempos de dificultades. Cuando su hijo Absalón trató de apoderarse del trono, huyó al desierto, donde escribió estas palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42.1, 2). Él sabía que, aun en esa terrible adversidad, podía contar con la misericordia inagotable del Señor que se derramaba sobre él (v. 8).
En todos los salmos, vemos una y otra vez el hambre y la sed del Señor que tenía David. Era esa pasión —no su fuerza, sus dotes carismáticos, o su notable habilidad para comandar un ejército— lo que hizo de él un gran hombre. Y a pesar de que cometió errores graves, la Biblia lo describe como un hombre conforme al corazón de Dios (1 S 13.14).
No basta leer la Biblia, ayudar y dar dinero para la obra de Dios. Él quiere que usted lo conozca personalmente. Si bien las manifestaciones de consagración a Él son importantes, ellas deben ser el resultado de una relación madura con el Señor. Si tratamos primero de conocerlo, lo demás vendrá después.

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