miércoles, 9 de enero de 2013

Nuestras riquezas en Cristo

Como creyentes, somos en verdad ricos por las riquezas y la gracia que tenemos en Cristo. Hemos sido escogidos, redimidos, justificados, unidos con Dios y hechos ciudadanos del cielo. Pero la lista no termina aquí.
Jesús dijo a sus discípulos que su partida era necesaria para que el tercer miembro de la Trinidad viniera a morar en cada creyente (Jn 16.7). Cuando somos salvos, recibimos el Espíritu Santo, que nos sella como hijos de Dios, nos consuela en nuestro dolor y nos enseña a vivir rectamente.
Gracias a la obra santificadora del Espíritu, nos asemejamos cada vez más a Jesús, lo cual es otra bendición del Señor. Su Espíritu nos transforma a fondo y produce el fruto espiritual en nuestra vida (Gá 5.22, 23). También nos capacita para decidir vivir santamente y romper con los hábitos pecaminosos.
Otra bendición maravillosa que tenemos los cristianos, es el acceso al trono de la gracia. Podemos entrar a la presencia de Dios en cualquier momento, por medio de la oración y la adoración. La resurrección y la glorificación son también tesoros que tendrán los hijos de Dios. Así como el cuerpo de nuestro Salvador fue resucitado, también lo serán nuestros cuerpos; en el cielo serán hechos perfectos, y estaremos libres de la presencia del pecado por toda la eternidad.
La riqueza que tenemos en Cristo sobrepasa cualquier cosa que ofrezca este mundo. No se deje seducir por la mentalidad terrenal, que valora la comodidad y el placer más que todo lo demás. Por el contrario, valore quién es usted en Cristo y lo que le ha sido dado. Si lo hace, el gozo y la paz serán suyos.

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