jueves, 9 de mayo de 2013

La actitud de la madre piadosa

Los hijos son un regalo del Señor (Sal 127.3-5). Como resultado, la maternidad es un gran privilegio, pero también es sinónimo de servicio. Cada día, la mujer está llamada a atender abnegadamente las necesidades de su familia. Ya sea atendiendo a un bebé a altas horas de la noche, dedicando tiempo y dinero en unos adolescentes poco agradecidos, o preparando comidas.Las madres están continuamente poniendo a otros antes que a sí mismas.
A veces, este servicio puede ser agotador e incluso desalentador. Pero las madres pueden encontrar ánimo en Jesús. Juan 13.3-16 nos da un excelente ejemplo de servicio: al arrodillarse para lavar los pies de sus discípulos, el Señor mostró que la clave del liderazgo auténtico es la humildad. Y es la humildad lo que lleva a la recompensa eterna.
A menos que una madre esté dispuesta a doblegarse y hacer sacrificios, perderá las verdaderas riquezas de la maternidad. Al morir a sus propios deseos y volcar su vida en otras personas, se vuelve como Cristo y crea un legado que pasará de generación en generación. ¿Qué mayor bendición podría desear una madre? Por supuesto, la motivación para servir a los demás no debe ser el obtener algún beneficio; sin embargo, cuando las madres obedecen el plan de Dios para sus vidas, eso es lo que sucede.
Al darles hijos, Dios coloca a las mujeres en una posición privilegiada de liderazgo y servicio. Las llama a renunciar a sus vidas por el bien de otros —a abandonar sus propios deseos y a poner los intereses de sus hijos primero.

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