miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL EVANGELIO DINERO-CÉNTRICO

Se predica "otro evangelio" no sólo por negar una verdad o enseñar un error, sino también por desenfocar el mensaje.  Muchas herejías parten de algún aspecto de la verdad, pero lo toman aisladamente y lo exageran y distorsionan. A menudo toman algo periférico y secundario, y lo colocan como central y hasta excluyente. El resultado es un "evangelio ex-céntrico", desbalanceado, que termina siendo "otro evangelio". Una verdad fuera de proporción y fuera de su enfoque bíblico, fácilmente se convierte en una herejía.

Así es el caso de la teología de la prosperidad.  Parte de enseñanzas bíblicas muy secundarias, las hacen centrales y definitivas, y contradicen (a lo mejor sin darse cuenta) enseñanzas mucho más claras y centrales de las escrituras. Es cierto que el Antiguo Testamento habla de "la bendición de Dios que enriquece", y cita la prosperidad de Abraham y otros.  Pero todo el énfasis bíblico cae más bien en la justicia y la igualdad, como se puede ver en la legislación social y económica de Israel`. especialmente el año sabático (Lev 25:1-7; Deut 15, cancelación de deudas y leyes de ayuda a los pobres) y el año de jubileo (Lev 25, con reforma agraria y mucha legislación social).

Los predicadores de la prosperidad han inventado una supuesta "ley de la siembra", malinterpretando 2 Cor 9:10.  Convierten una simple analogía agrícola en una especie de ley natural automática, comparable a la ley de la gravedad o las leyes de la astrofísica.  Pero olvidan que el gran tema central de ese pasaje (2 Cor 8-9), lejos de ser fórmulas mágicas para acumular riquezas, es la invitación a los corintios a demostrar su gratitud a Dios, precisamente ayudando a los pobres de Jeruslén (cf. 1 Cor 9:8-9, el versículo inmediatamente anterior a la analogía agrícola).  El modelo es aquel que "siendo rico se hizo pobre por nosotros" (8:9), no el "testimonio" de algún pobre que se hizo rico o, aún más común, de un rico que se hizo más rico, sin mencionar aquellos que "sembraron" pero nunca salieron de su pobreza. Además, 8:14 insiste dos veces en que Dios quiere la mayor igualdad posible, no el enriquecimiento desproporcionado de algunos pocos.

Fuera del mundo evangélico, la teología de la prosperidad ha sido un escándalo y un tropiezo, una vergüenza para la fe.  Alberto Cañas, renombrado autor costarricense, lo caracterizó como la doctrina que "el rico lo es porque Dios lo premia, y el pobre porque Dios lo castiga.  Ergo, los ricos son los elegidos de Dios" (La República, 4 de julio de 2007).  Esa es la impresión que produce esa teología entre los de afuera.

El evangelio, en cambio, nos llama a entregarnos para que todos tengan lo suficiente, que la brecha entre ricos y pobres sea mínima, y que no haya injusticia.

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