El pecado es, en esencia, darle la espalda a Dios. Darle la espalda a Dios significa que no lo tienes en cuenta y que tu forma de hacer las cosas es mejor que la que él a ideado para su creación, significa que tú eres tu propio dios y que su Gloria no te parece deleitosa ni tiene nada de especial, al mismo tiempo todo lo que nos ofrece la vida terrenal es mejor y más deseoso que cualquier dádiva de Dios. El pecado, como lo entiendo yo, nos separa de Dios y nos lleva a una eternidad fuera de su presencia. Nuestro amado creador quiere que estemos con él eternamente así que su forma de actuar irá en consonancia con esta realidad.
Desde esta perspectiva quiero entender que Dios no es un abuelito permisivo o benevolente que solo busca que estemos contentos sino un Padre que busca nuestro bien en amor, una cosa es la bondad, que es hacer el bien con amor y otra la benevolencia que es buscar que la persona esté bien y contenta (explicado de forma simple). Un niño puede entender que su papá es cruel al dejar que le pongan una vacuna cuando él puede defenderlo y no hacerle pasar por ese dolor, pero no entiende que su papá solo busca su bien, lo mejor para su salud y crecimiento, le quiere evitar un sufrimiento mayor en el futuro. En nuestro caso el mayor sufrimiento sería una eternidad fuera de la presencia de Dios.
Una vez razonada esta parte me gustaría aceptar y comprender que Dios no puede quitar el dolor o el sufrimiento porque estaría siendo un abuelete que solo quiere que su nieto esté contento... pero que estaría privando, al niño, del crecimiento y madurez necesarios para la vida. Dios no puede ayudarnos en nuestra rebelión ya que el sufrimiento es parte de las consecuencias de la caída y separación del Creador. Si Dios quitara el sufrimiento diríamos "lo ves Dios, nuestra manera de hacer las cosas es mejor que la tuya y no hay consecuencias que digan lo contrario". El Dios todopoderoso nos ha hecho libres para escoger, luz u oscuridad, el bien o el mal, estar con el o lejos de el.
Sin duda el sufrimiento nos lleva a la realidad de que Dios es quien tiene las respuestas y es el único en quien nos podemos apoyar en todo momento, nos acompañará en toda circunstancia, sean momentos buenos o malos, sabemos que es fiel y estará a nuestro lado hasta el final. En su misericordia y soberanía nos librará, si es su voluntad, del sufrimiento, pero si no lo hace seguirá siendo el mismo Dios de amor todopoderoso que ama a su creación de tal manera que se entregó a si mismo para hacernos justos y santos para su gloria.
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