sábado, 3 de mayo de 2025

POR EL ESPÍRITU PODEMOS...

Por el Espíritu podemos…

Por el Espíritu podemos…

Romanos 8:13-14

"Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios."

Este pasaje nos muestra una realidad poderosa: la vida cristiana no puede vivirse en nuestras propias fuerzas. El Espíritu Santo no solo es un ayudador, es absolutamente necesario. A través de Él, podemos hacer lo que la carne jamás podría lograr.

I. Por el Espíritu vencemos el pecado (Romanos 8:13)

La carne nos arrastra hacia el pecado. Las tentaciones, las emociones y los impulsos pueden parecer dominantes. Pero el Espíritu nos da una alternativa real: el poder de resistir y vencer.

Él nos convence del pecado (Juan 16:8), pero no solo nos muestra el error, sino que nos da fuerza para renunciar a él. Nos recuerda la Palabra, nos incomoda cuando nos desviamos, y nos guía al arrepentimiento.

Cuando sientes ira, el Espíritu te recuerda la mansedumbre de Cristo. Cuando estás tentado a mentir, te da valor para ser honesto. Él produce en nosotros una vida de obediencia, no por presión externa, sino por transformación interna.

II. Por el Espíritu damos fruto (Gálatas 5:22-23)

El fruto del Espíritu no es resultado de esfuerzo humano, sino de una relación viva con Él. Así como un árbol no se esfuerza por dar fruto, sino que lo produce por estar bien nutrido, el creyente conectado al Espíritu comienza a manifestar el carácter de Cristo.

  • El amor reemplaza el egoísmo.
  • El gozo vence la tristeza.
  • La paciencia sustituye la desesperación.

Esto no es automático ni instantáneo. Es un proceso, pero real y visible. Si no hay fruto, debemos examinar si realmente estamos andando en el Espíritu.

III. Por el Espíritu oramos con eficacia (Efesios 6:18, Romanos 8:26)

Muchas veces oramos con palabras vacías o sin dirección. Pero cuando oramos en el Espíritu, nuestras oraciones se alinean con la voluntad de Dios.

Romanos dice que el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles. Esto significa que aun cuando no sabemos qué decir, Él ora desde lo más profundo del corazón.

Antes de orar, detente y pídele al Espíritu que te guíe. Escucha. Abre tu corazón. Él quiere llevar tu oración a otro nivel.

IV. Por el Espíritu somos guiados (Romanos 8:14, Juan 16:13)

Uno de los mayores privilegios de los hijos de Dios es ser guiados por el Espíritu Santo.

Él no es solo una voz interna; es el mismísimo Dios hablando a nuestro espíritu. Nos dirige en decisiones, nos corrige cuando nos desviamos, y nos lleva a donde Dios quiere que estemos.

Felipe fue guiado por el Espíritu para encontrarse con el etíope (Hechos 8). No fue lógica, fue dirección divina.

V. Por el Espíritu servimos con poder (1 Corintios 12:4-7, Hechos 1:8)

No fuimos llamados solo a creer, sino a servir. Y para servir, necesitamos poder.

El Espíritu reparte dones: sabiduría, fe, sanidad, profecía, enseñanza, misericordia, y muchos más. Cada creyente tiene un don, nadie queda fuera.

Además, Él da poder para testificar con valentía. Hechos 1:8 dice que recibiríamos poder para ser testigos. Ese poder no es emocional, es sobrenatural.

VI. Por el Espíritu somos transformados (2 Corintios 3:18)

La transformación cristiana no es maquillaje espiritual. Es una metamorfosis interna. El Espíritu va quitando lo viejo y revelando la imagen de Cristo en nosotros.

Cada día, nos transforma “de gloria en gloria”. Eso significa que es gradual, pero constante. Él trabaja en el corazón, no solo en la conducta. Cambia nuestras prioridades, pasiones y reacciones.

El Espíritu Santo no es una opción extra en la vida cristiana. Es el centro. Sin Él, no podemos vencer el pecado, ni dar fruto, ni orar con eficacia, ni ser guiados, ni servir con poder, ni ser transformados.

  • ¿Estás caminando en el Espíritu?
  • ¿Estás rindiendo tu voluntad a Él cada día?
  • ¿Le das espacio para que te guíe, te use y te transforme?

Hoy es el día para decirle “Espíritu Santo, toma el control. No quiero vivir por mis fuerzas, sino por tu poder.”

VII. El Espíritu Santo y la obra de Jesús en la salvación

La vida cristiana comienza con una obra perfecta y eterna: el sacrificio de Jesús en la cruz. Él murió en nuestro lugar, cargó nuestros pecados, y resucitó para darnos vida eterna. Esa salvación no es por obras, sino por gracia mediante la fe.

Pero es el Espíritu Santo quien aplica esa obra a nuestro corazón. Él nos convence de pecado, nos muestra a Cristo como Salvador, y nos da fe para creer. Nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no es por el Espíritu (1 Corintios 12:3).

La salvación no termina en un momento de decisión; es el inicio de una nueva vida, y es el Espíritu quien la sostiene, alimenta y transforma. Él nos sella como hijos (Efesios 1:13), nos da seguridad de salvación, y nos guarda hasta el día final.

No se puede separar a Cristo del Espíritu ni a la cruz de la transformación. El Espíritu glorifica a Jesús, y todo lo que hace en nosotros tiene el propósito de hacernos más como Él.

Si aún no has recibido a Jesús como tu Señor y Salvador, hoy es el día.
Y si ya lo hiciste, entrégate completamente al Espíritu Santo. No camines solo. Vive la vida nueva que Cristo te dio, con el poder que solo el Espíritu puede darte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario