La presencia de Dios: omnipresencia, manifestación y fe
El salmista declaró: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmo 139:7). Dios está en todas partes; Su presencia llena el cielo y la tierra. Sin embargo, la Biblia distingue entre la omnipresencia de Dios y la manifestación de Su presencia. Una cosa es que Dios esté, y otra es que Él se revele con poder y comunión.
Por Su soberanía, Dios puede manifestarse donde y cuando quiera, aun sin que nadie lo invoque. Así lo hizo en la conversión de Saulo de Tarso en el camino a Damasco (Hechos 9), y en múltiples episodios donde interrumpió la historia humana para cumplir Su propósito. Sin embargo, Él mismo nos enseña que hay una manifestación especial reservada para quienes lo buscan.
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” Jeremías 33:3
No es que Dios esté ausente, sino que ha decidido revelarse de manera íntima a quienes le dan lugar.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” Apocalipsis 3:20
Él respeta la voluntad humana; no invade un corazón que lo rechaza. Por eso, cuando el mundo se llena de maldad y sufrimiento, no podemos culpar a Dios como si fuera indiferente. La pregunta es: ¿Le hemos abierto la puerta? Igual que no permitirías que un desconocido entre a tu casa sin tu consentimiento, Dios no forzará su entrada a un alma que lo ignora.
Este caminar es por fe.
“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” Juan 20:29
Creer sin ver es más aventurado, pero también más glorioso. Yo no creo porque veo; veo porque he creído. Y en esa fe, el Dios que está en todas partes se hace cercano, y lo invisible se vuelve más real que lo visible.
Dios, que está en todas partes y se manifiesta donde quiere, ha prometido revelarse de manera especial a quienes le buscan con fe y le abren la puerta, porque en creer antes de ver es donde sus hijos aprenden a verlo en todo.
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