domingo, 12 de octubre de 2025

¿De dónde vino Dios?

¿De dónde vino Dios?

¿De dónde vino Dios? — El error de la pregunta y la grandeza del Creador

Cuando alguien pregunta: “¿De dónde vino Dios?”, esa pregunta ya parte de un error de base. No es una pregunta inocente, sino una que revela una confusión fundamental sobre la naturaleza de Dios. Porque al preguntar “¿de dónde?”, estamos aplicando a Dios las categorías de tiempo, espacio y materia, pero el Dios de la Biblia no está dentro de esas categorías: Él las creó.

La Escritura comienza con una afirmación que responde a más de mil preguntas filosóficas y científicas en solo diez palabras:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
(Génesis 1:1)

Aquí tenemos el principio del tiempo: “en el principio”.
Tenemos el espacio: “los cielos”.
Y tenemos la materia: “la tierra.”

En una sola frase, la Biblia presenta la creación del continuo tiempo-espacio-materia. Los tres elementos aparecen de forma simultánea, porque no pueden existir el uno sin el otro.

  • Si existiera la materia pero no el espacio, ¿dónde la colocarías?
  • Si existieran materia y espacio pero no el tiempo, ¿cuándo ocurriría su existencia?

Por lo tanto, Dios creó tiempo, espacio y materia al mismo instante, lo que demuestra Su trascendencia absoluta. Él está fuera del tiempo, por encima del espacio y no depende de la materia.
Esto significa que Dios no puede tener un “origen”, porque el “origen” es un concepto que pertenece al tiempo, y Dios existe antes del tiempo.


El Dios eterno y autosuficiente

La Biblia afirma claramente la eternidad de Dios:

“Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.”
(Salmo 90:2)

Dios no llegó a ser, Él es. No tuvo un principio, porque Él es el principio de todo lo que existe. Moisés lo entendió al preguntar Su nombre, y Dios respondió:

“YO SOY EL QUE SOY.”
(Éxodo 3:14)

Ese nombre, “Yo Soy”, expresa una existencia eterna, independiente y autosuficiente. Dios no depende de nada ni de nadie para existir. Él es el Ser necesario, mientras que todo lo demás es ser contingente, es decir, dependiente de Él.

El apóstol Pablo lo explica así:

“Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos.”
(Hechos 17:28)

Toda la creación depende de Su voluntad, pero Él no depende de la creación. Él no está limitado por las leyes naturales, porque Él las estableció. Por eso, cuando alguien pregunta “¿quién creó a Dios?”, no entiende que Dios no es un ser creado. Él es el Creador no creado, la causa primera de todas las cosas.


El universo: una trinidad de trinidades

Cuando Dios creó el universo, lo hizo reflejando su propio carácter trinitario. En Génesis 1:1 vemos lo que algunos teólogos llaman una “trinidad de trinidades”:

  • Tiempo: pasado, presente y futuro.
  • Espacio: longitud, anchura y altura.
  • Materia: sólido, líquido y gas.

Tres aspectos, cada uno compuesto de tres partes inseparables. Y todo esto fue creado simultáneamente, de manera perfecta, por un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Esta armonía matemática y lógica en la creación muestra el sello divino de la Trinidad en todo lo creado.

Dios, por tanto, está fuera del tiempo, presente en todo lugar y sostiene todo por Su poder.
El apóstol Pablo dice:

“Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten.”
(Colosenses 1:17)

Dios no es parte del universo, Él es la fuente del universo.
No está atrapado dentro del espacio, porque Él lo llena todo.
No envejece con el tiempo, porque Él lo gobierna.


La limitación de la razón humana

Muchos piensan que, si no pueden entender algo, entonces ese algo no puede ser real. Pero el Dios de la Biblia trasciende el entendimiento humano.
Isaías 55:8–9 declara:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”

Intentar meter a Dios en las categorías limitadas de nuestra mente finita es como querer meter el océano en un vaso de agua. Si pudiéramos comprender plenamente a Dios, dejaría de ser Dios.
El salmista lo expresa con humildad:

“Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender.”
(Salmo 139:6)

La pregunta “¿de dónde vino Dios?” presupone que Dios tiene un origen y que está sujeto al tiempo, pero eso sería un dios inventado por el hombre, un dios pequeño, limitado, que cabe en la mente humana.
El verdadero Dios es infinito, eterno y omnipotente.


El argumento moral y racional

Y si negamos a ese Dios eterno, ¿qué nos queda?
Si, como muchos dicen, el universo y la vida son el resultado de una casualidad química, ¿cómo podemos confiar siquiera en nuestra razón?

Si tu cerebro es solo una combinación accidental de moléculas sin propósito, entonces tus pensamientos no son más que reacciones químicas sin sentido.
Entonces, ¿por qué confiar en ellos para afirmar cualquier verdad?
Sin Dios, la lógica, la moral y la verdad pierden su fundamento.

El apóstol Pablo dice en Romanos 1:21–22:

“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
Profesando ser sabios, se hicieron necios.”

Por eso, negar a Dios no es un acto de sabiduría, sino de ceguera espiritual. El Dios de la Biblia no necesita haber sido creado, porque Él es el Creador eterno, y sin Él nada de lo que existe podría existir.


Conclusión: El Dios que está más allá y más cerca que nadie

El Dios de las Escrituras no solo está fuera del tiempo, el espacio y la materia; también decidió entrar en ellos por amor a nosotros.
En Jesucristo, el Eterno se hizo temporal, el Infinito tomó forma finita, el Creador se hizo criatura.

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.”
(Juan 1:14)

El mismo que creó el tiempo entró en el tiempo para redimir a los que estaban perdidos.
El mismo que sostiene el universo se humilló hasta la cruz.
El mismo que no puede ser contenido por los cielos habita ahora en el corazón de los que creen en Él.

Así que, cuando alguien pregunte: “¿De dónde vino Dios?”, puedes responder con convicción y reverencia:
Dios no vino de ningún lado. Él es el origen de todo.
Él no fue creado, Él es el Creador.
Él no comenzó a existir, Él es el principio y el fin, el Alfa y la Omega.

Y ese Dios eterno nos amó tanto que vino a buscarnos en Cristo Jesús.

“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”
(Apocalipsis 1:8)

Ese es el Dios que adoramos, eterno, infinito y digno de toda alabanza.

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