lunes, 8 de septiembre de 2025

La lucha moral

La lucha moral

La lucha moral y sus desafíos

1. El propósito de la lucha moral

La vida espiritual implica una lucha constante por crecer, madurar y vivir de acuerdo con valores elevados. Este proceso es necesario y positivo, pues permite que la persona sea transformada y purificada. Sin embargo, cuando esta lucha se convierte en el centro de la vida espiritual, puede perder su verdadero propósito. En lugar de acercar a la persona a Dios y fortalecer su confianza en Él, puede convertirse en una carga que consume energía y esperanza.

2. El peligro del legalismo

Cuando se pierde el equilibrio, la lucha puede degenerar en legalismo, es decir, en la creación y seguimiento estricto de normas humanas que se imponen tanto a uno mismo como a los demás.

  • Normas rígidas y restrictivas, centradas más en la apariencia que en la transformación interior.
  • Un ambiente de control y crítica, donde se juzga a otros por no cumplir con reglas externas.
  • Una fe basada en la obligación y el temor, en lugar de la libertad y la gracia.

Este enfoque convierte la vida espiritual en una lista de prohibiciones y deberes, perdiendo de vista la esencia de la fe, que es la relación con Dios y la transformación del corazón.

3. Pérdida de gozo y paz

La rigidez y el temor terminan por afectar profundamente la vida interior de la persona. Cuando la preocupación se centra solo en evitar fallos y mantenerse "puro", surgen efectos negativos:

  • Ansiedad y escrúpulos, viviendo con miedo constante de caer en pecado.
  • Desconfianza y falta de tranquilidad, incluso en situaciones donde no hay peligro real.
  • Pérdida del gozo, porque la vida espiritual deja de ser un camino de amor y esperanza y se convierte en una batalla agotadora.

Esta lucha incesante deja a la persona desanimada y la priva de experimentar la paz que debería provenir de su fe.

4. Una visión pesimista y sombría

Cuando la persona se enfoca únicamente en sus fracasos y debilidades, la lucha moral pierde su sentido y se convierte en un camino oscuro. Esto suele manifestarse de varias formas:

  • Pesimismo, creyendo que no es posible lograr un verdadero cambio interior.
  • Tristeza y apatía, fruto de una constante autocrítica y desilusión.
  • Expectativas muy bajas, donde la persona deja de creer que la transformación y la libertad del pecado son posibles.

En lugar de acercarse a Dios, la persona se encierra en su propia lucha y termina debilitando su fe.

5. Neurosis espiritual y deshonra a la obra divina

Aunque pueda parecer que este tipo de lucha es muy espiritual, en realidad distorsiona la verdadera obra de Dios.

  • Se convierte en una neurosis espiritual, donde la mente se llena de miedos y obsesiones en lugar de confianza.
  • Desfigura la imagen de Dios, viéndolo como un juez severo y no como un Padre amoroso.
  • En lugar de honrar a Dios, se termina deshonrando su obra, porque la fe se reduce a un esfuerzo humano que no refleja su gracia ni su poder transformador.

6. Factores que contribuyen a este problema

Estos estados de rigidez y temor no aparecen de forma repentina. Suelen ser el resultado de una combinación de factores, como:

  • Aspectos personales, como la timidez, la inseguridad o una baja autoestima.
  • Experiencias pasadas, especialmente una educación demasiado estricta o marcada por la culpa y el castigo.
  • Entornos comunitarios cerrados, donde se enfatizan las normas externas por encima de la gracia y la transformación interior.
  • Creencias erróneas sobre Dios, que presentan al Espíritu como un juez severo en lugar de como un consolador y guía.

Estos factores pueden reforzarse mutuamente, creando un círculo de miedo y rigidez.

7. La necesidad de un cambio profundo

Para salir de este ciclo, es necesario cambiar el enfoque de la vida espiritual:

  • La lucha moral no debe centrarse en la propia fuerza ni en normas externas, sino en la confianza en Dios y su gracia.
  • Es fundamental redescubrir el gozo y la libertad que provienen de una relación viva con Él.
  • La transformación verdadera ocurre de adentro hacia afuera, cuando el Espíritu obra en el corazón.
  • Vivir con esperanza, sabiendo que el cambio es posible por el poder divino y no por el propio esfuerzo.

Conclusión

La lucha moral es necesaria, pero no debe convertirse en una carga que robe la paz y la alegría. Cuando se entiende correctamente, esta lucha se convierte en un proceso de crecimiento guiado por Dios, donde la meta no es cumplir normas rígidas, sino experimentar una verdadera transformación interior.

Así, la persona puede caminar con confianza y libertad, sabiendo que su victoria no depende únicamente de su esfuerzo, sino de la obra de Dios en su vida.

sábado, 6 de septiembre de 2025

El día que Cristo vuelva… ¿qué dirán de ti?

El día que Cristo vuelva… ¿qué dirán de ti?

El día que Cristo vuelva… ¿qué dirán de ti?

Una proclamación apasionada, bíblica y evangelística

Introducción: El silencio que condena

Hermanos, yo no estoy aquí para entretener. Estoy aquí porque el Espíritu Santo arde en los huesos y debo hablar. Un día —escúchalo bien— Jesucristo volverá en gloria. No es un mito, no es un símbolo; es una certeza divina.

“Porque el Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16–17).

Tengo un temor santo: que en ese día, al ir a encontrarme con Cristo, alguien mire mi rostro y diga: “Compartimos la vida… ¿y nunca tuviste el valor de decirme que esto era real?”


1) La vergüenza que mata el testimonio

“El que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él cuando venga” (Marcos 8:38).

El silencio es vergüenza. La vergüenza delante de los hombres se convierte en vergüenza delante de Cristo. El problema no es ignorancia bíblica, sino falta de valor para abrir la boca. Callar cuando el Espíritu te impulsa a hablar es hipocresía espiritual.

2) El evangelio no es una opción, es poder

“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).

Dýnamis: dinamita de Dios. El evangelio no es un consejito para vivir mejor, es la fuerza que rompe cadenas y abre la puerta a la vida eterna. ¿Cómo callar algo así?

Si ves a alguien caminando hacia un precipicio, no te quedas callado. ¡Cuánto más cuando se trata de la eternidad!

3) El día vendrá como ladrón

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:10).

Repentino. Inesperado. Ineludible. No habrá excusas: “Señor, estaba ocupado… no quería incomodar…”. Lo único que importará será: ¿predicaste o callaste?

4) El Espíritu Santo nos impulsa a hablar

“Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…” (Hechos 1:8).

La evidencia del Espíritu no son solo lenguas ni emociones; es valentía para testificar. Los discípulos temerosos se volvieron imparables cuando fueron llenos del Espíritu. Eso necesita esta generación: cristianos llenos del Espíritu que no negocien el mensaje.

5) Aplicación: ¿Qué dirán de ti?

  • Gracias – “Me hablaste, me incomodaste por amor, hoy estoy aquí por ese mensaje”.
  • Reclamo – “Nunca dijiste nada. Preferiste tu comodidad antes que mi eternidad”.

No se trata de imponer, sino de testificar. Jesús mandó:

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).

Conclusión: Cristo viene pronto

La trompeta sonará, el cielo se abrirá, el Rey descenderá. Y tú, ¿qué testimonio dejarás? ¿“Gracias por hablarme” o “¿por qué nunca me dijiste la verdad?”

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).

¡Cristo viene pronto! La pregunta es: ¿qué dirán de ti ese día?

lunes, 18 de agosto de 2025

Sostenidos en el Fuego

Sostenidos en el Fuego

“El verdadero milagro no es escapar del fuego o del foso, sino ser sostenidos por la presencia de Dios en medio de ellos, porque más vale permanecer en Su voluntad en la prueba que vivir fuera de ella en aparente paz.”

Hay algo que solemos confundir muchas veces: creemos que el milagro siempre consiste en no pasar por el fuego, en no caer al foso, en no atravesar la enfermedad. Pero la Escritura nos muestra una realidad más profunda. El milagro verdadero no siempre es que Dios nos libre de entrar en la prueba, sino que, aun estando dentro de ella, Su presencia nos sostenga y Su poder nos guarde.

El profeta Isaías transmitió de parte de Dios esta promesa:

“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Isaías 43:2)
. Fíjate que no dice “cuando evites las aguas” ni “cuando nunca entres en el fuego”, sino “cuando pases”. La Escritura no niega que atravesaremos dificultades; lo que asegura es que en medio de ellas no estaremos solos.

Así ocurrió con aquellos jóvenes hebreos frente al horno encendido. No negociaron su fidelidad, ni condicionaron su obediencia a la liberación. Dijeron con firmeza que su Dios tenía poder para librarlos, pero aun si no lo hacía, no se postrarían. Y Dios permitió que entraran al horno, porque el milagro no era evitar el fuego, sino caminar en medio de él acompañados de la presencia gloriosa del Señor. La llama no los consumió, porque el que guarda a su pueblo es fiel.

También Daniel fue arrojado al foso de los leones. Podría haberse pensado que el milagro consistía en que Dios evitara su caída. Pero el plan divino fue otro: permitir que descendiera al foso, y allí mostrar Su poder cerrando las fauces de los leones. Así lo proclamó el profeta:

“Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño” (Daniel 6:22)
. El milagro fue la preservación en medio de la amenaza, no la ausencia de ella.

Esto mismo lo vemos en el apóstol Pablo, quien clamó tres veces para que el aguijón en su carne le fuera quitado, y el Señor le respondió:

“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9)
. Pablo no fue librado de aquello que lo afligía, pero recibió algo mayor: la gracia sustentadora que le permitió continuar en la voluntad de Dios, glorificando a Cristo en medio de su debilidad.

Aquí comprendemos una verdad difícil de aceptar, pero gloriosa: no siempre el milagro es la sanidad inmediata, ni la provisión instantánea, ni el escape de la prueba. El milagro más grande es ser sostenidos por la mano de Dios, de tal forma que aquello que debía destruirnos se convierte en el escenario para ver Su fidelidad. Como dijo Job en medio de su dolor:

“Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15)
.

Querido hermano, querida hermana, quizá hoy esperas que Dios te saque del horno o que te libre de caer al foso. Tal vez oras por sanidad y no llega, o clamas por una respuesta que parece tardar. No pienses que Dios te ha abandonado. El fuego no es señal de ausencia, es escenario de gloria. El milagro más grande no es que no entres en la prueba, sino que entres y no seas destruido, porque Cristo camina contigo.

Por eso podemos decir con confianza, como el salmista:

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4)
. Prefiero estar en el valle acompañado de Su presencia, que en la cima del monte pero lejos de Su voluntad. Prefiero caminar en el horno con Él, que estar fuera del horno pero sin Su gloria.

Ese es el verdadero milagro: Dios no siempre cambia nuestras circunstancias, pero en Cristo cambia nuestro corazón en medio de ellas. Y cuando Su gracia nos sostiene, entonces descubrimos que lo que parecía derrota se convierte en testimonio, y lo que parecía fuego destructor se transforma en altar de adoración.

sábado, 16 de agosto de 2025

David, la corona y Goliat

David, la corona y Goliat

David, la corona y Goliat

Lectura base: 1 Samuel 16–17.

1. Contexto bíblico

El relato de David y Goliat (1 Samuel 17) ocurre cuando Saúl, rey requerido por Israel (1 Samuel 8), ha fallado en obediencia. Dios unge a David como futuro rey (1 Samuel 16), pero la unción no se traduce en una corona inmediata. Antes del trono, Dios permite pruebas que forjan su carácter; la primera gran prueba pública es el enfrentamiento con Goliat.

2. Exégesis del pasaje

  • El gigante Goliat (1 Sam 17:4–10): no es solo una amenaza física; simboliza obstáculos espirituales y psicológicos que buscan paralizar al pueblo de Dios.
  • El temor de Israel (1 Sam 17:11, 24): incluso Saúl queda inmóvil; la desproporción del enemigo eclipsa la memoria de la fidelidad de Dios.
  • La fe de David (1 Sam 17:26, 37): David interpreta teológicamente el conflicto: el centro no es el tamaño de Goliat, sino el desafío contra el Dios viviente.
  • El arma de David (1 Sam 17:45–47): rehúsa la armadura de Saúl; su confianza está en el Señor. La victoria mostrará que “de Jehová es la batalla”.

3. Teología del llamado

Dios escogió a David para reinar, pero antes de darle el trono le presentó un gigante. No hubo corona inmediata, sino conflicto. La unción no exime la lucha: la clarifica. Goliat se convierte en la puerta hacia el propósito: al derrotarlo, David libera a Israel, gana reconocimiento (cf. 1 Sam 18:7) y queda posicionado para el camino real.

4. Aplicación teológica a nuestra vida

  • Los gigantes prueban el llamado: muchas veces Dios pone un “Goliat” delante, no para destruirnos, sino para entrenarnos en fe, dependencia y obediencia.
  • El gigante revela la confianza: Israel veía a Goliat “demasiado grande para vencer”; David lo veía “demasiado grande para fallar el golpe” porque miraba a Dios.
  • La victoria es del Señor (1 Sam 17:47): el avance hacia nuestro llamado no descansa en fuerzas humanas, sino en el poder y nombre de Dios.

5. Implicaciones espirituales

  • Esperar coronas sin enfrentar gigantes es una ilusión: Dios forma a sus siervos en batalla.
  • Cada Goliat es una oportunidad disfrazada: el obstáculo se vuelve escenario de la exaltación divina.
  • El testimonio nace en la lucha: David no fue reconocido por el arpa, sino por la victoria que glorificó a Dios.

6. Conclusión

Goliat no fue un accidente en el camino de David, sino parte del diseño soberano de Dios para prepararlo, probarlo y posicionarlo. En nuestra vida, los “gigantes” que se interponen entre el llamado y nosotros son la plataforma donde Dios revela su gloria y afirma nuestro destino en Cristo.

“Dios no puso una corona en la cabeza de David, sino un gigante en su camino, porque en el Reino las coronas no se reciben sin antes pasar por Goliat; los gigantes no son obstáculos al llamado, sino el escenario donde Dios revela Su poder, forja nuestro carácter y nos impulsa hacia el propósito eterno.”

Referencias: 1 Samuel 16–17; 1 Samuel 18:7.

miércoles, 13 de agosto de 2025

DIOS SE MANIFIESTA

Dios se manifiesta: soberanía y respuesta humana

La presencia de Dios: omnipresencia, manifestación y fe

El salmista declaró: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmo 139:7). Dios está en todas partes; Su presencia llena el cielo y la tierra. Sin embargo, la Biblia distingue entre la omnipresencia de Dios y la manifestación de Su presencia. Una cosa es que Dios esté, y otra es que Él se revele con poder y comunión.

Por Su soberanía, Dios puede manifestarse donde y cuando quiera, aun sin que nadie lo invoque. Así lo hizo en la conversión de Saulo de Tarso en el camino a Damasco (Hechos 9), y en múltiples episodios donde interrumpió la historia humana para cumplir Su propósito. Sin embargo, Él mismo nos enseña que hay una manifestación especial reservada para quienes lo buscan.

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” Jeremías 33:3

No es que Dios esté ausente, sino que ha decidido revelarse de manera íntima a quienes le dan lugar.

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” Apocalipsis 3:20

Él respeta la voluntad humana; no invade un corazón que lo rechaza. Por eso, cuando el mundo se llena de maldad y sufrimiento, no podemos culpar a Dios como si fuera indiferente. La pregunta es: ¿Le hemos abierto la puerta? Igual que no permitirías que un desconocido entre a tu casa sin tu consentimiento, Dios no forzará su entrada a un alma que lo ignora.

Este caminar es por fe.

“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” Juan 20:29

Creer sin ver es más aventurado, pero también más glorioso. Yo no creo porque veo; veo porque he creído. Y en esa fe, el Dios que está en todas partes se hace cercano, y lo invisible se vuelve más real que lo visible.


Dios, que está en todas partes y se manifiesta donde quiere, ha prometido revelarse de manera especial a quienes le buscan con fe y le abren la puerta, porque en creer antes de ver es donde sus hijos aprenden a verlo en todo.

martes, 12 de agosto de 2025

LA FALSA LIBERTAD

La Falsa Libertad del Pecado y la Verdadera Libertad en Cristo

La Falsa Libertad del Pecado y la Verdadera Libertad en Cristo

"Se siente como libertad hasta que intentas parar" — predicación bíblica y práctica

“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
Juan 8:34, 36

Introducción

Hay caminos que parecen de libertad, pero que en realidad son trampas cuidadosamente disfrazadas. El pecado se presenta como una fiesta sin fin, como una invitación a “vivir la vida” sin reglas ni límites. Se siente como libertad… hasta que intentas parar. Ahí descubres que no eras libre, sino prisionero. No estabas al mando, estabas siendo manipulado. No estabas disfrutando de una vida plena, estabas caminando hacia la destrucción.

Y esta es la razón:

  • El pecado te dejará bailar en medio de su música.
  • Te dejará reír mientras te enreda.
  • Incluso te dejará predicar mientras lo ocultas.

Pero en el instante en que intentas romper con él, te revela su verdadero rostro: control, adicción y esclavitud espiritual. Hoy veremos por qué sucede esto, cómo reconocerlo y cómo vencerlo con el poder de Cristo.

1. El pecado se disfraza de libertad

1.1 Una trampa desde el Edén

Desde Génesis 3, Satanás no ha cambiado de estrategia: ofrece “libertad” para decidir por ti mismo, pero omite el precio final.

“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis…”
Génesis 3:4

1.2 Esclavitud que no parece esclavitud

Jesús dijo que quien hace pecado, es esclavo del pecado. Pero el problema es que esa esclavitud al principio se siente como placer:

  • Al inicio: emoción, novedad, adrenalina.
  • Después: dependencia, ataduras, culpa.

1.3 El consentimiento engañoso

El pecado no necesita cadenas de hierro para atarte. Basta con que tú mismo lo desees… y él alimentará ese deseo hasta convertirlo en dependencia.

2. El momento de la verdad: cuando intentas parar

2.1 Ahí se revela la prisión

Mientras estás cómodo en el pecado, el enemigo no se preocupa. Él sabe que te tiene donde quiere. Pero el día que decides decir “¡Basta!”, toda la maquinaria espiritual de opresión se levanta contra ti. ¿Por qué? Porque tu decisión amenaza con romper el control que él tiene sobre ti.

2.2 La resistencia espiritual es señal de que vas bien

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo…”
Efesios 6:12

Cuando intentas dejar el pecado y sientes que la batalla se intensifica, eso no significa que vas mal… ¡significa que estás atacando las cadenas!

3. La guerra por la libertad

3.1 El pecado pelea para no soltarte

No es solo un hábito; es un territorio que el enemigo no quiere perder. Por eso dejarlo se siente como una guerra:

  • Tentaciones más fuertes.
  • Ataques emocionales.
  • Distracciones espirituales.

3.2 Jesús rompe cadenas de verdad

“El Espíritu del Señor está sobre mí… para proclamar libertad a los cautivos…”
Lucas 4:18

No hay cadena que Cristo no pueda romper. Pero no siempre la rompe sin que haya lucha. Él nos entrena en la batalla para que dependamos de Él.

4. La paga y la esperanza

4.1 El precio del pecado

“Porque la paga del pecado es muerte…”
Romanos 6:23

No hay pecado pequeño ni “controlado”. Todo pecado cobra su factura tarde o temprano.

4.2 La esperanza de la libertad verdadera

“…mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Romanos 6:23

Cristo no solo te libera del pecado, sino que te cambia el corazón para que ya no lo desees como antes.

En resumen...

Tal vez hoy estás en esa lucha: intentas dejar algo, pero parece que entre más lo intentas, más difícil se vuelve. Eso no es señal de fracaso; es señal de que estás enfrentando a tu enemigo cara a cara. No retrocedas. La libertad no se prueba cuando empiezas a pecar, se prueba cuando intentas parar.

Recuerda... Jesús está aquí para romper cadenas hoy. La batalla es dura, pero la victoria es segura para los que confían en Él.

“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Juan 8:32

domingo, 10 de agosto de 2025

Cuando Dios nos encuentra en nuestra debilidad

Cuando Dios Nos Encuentra en Nuestra Debilidad

Cuando Dios Nos Encuentra en Nuestra Debilidad

Texto base: 1 Reyes 19:1–18

1. Introducción

Todos atravesamos momentos donde, aun habiendo visto la mano de Dios, nos sentimos vacíos, abatidos y sin fuerzas. Elías, uno de los grandes profetas, también pasó por ahí. Su historia nos recuerda que no necesitamos estar en nuestro mejor momento para tener un encuentro poderoso con Dios.

2. Elías: de la victoria al abatimiento

  • Monte Carmelo (1 Reyes 18): Fuego del cielo, victoria sobre los falsos profetas.
  • Desierto (1 Reyes 19:4): “Basta ya… quítame la vida.”

Elías experimenta una caída emocional y espiritual drástica. Esto enseña que incluso los más firmes siervos de Dios pueden atravesar crisis.

3. El trato de Dios en medio de la debilidad

  1. Provisión física — “Levántate y come” (1 R 19:5). Dios cuida cuerpo y alma (Salmos 103:14).
  2. Redirección espiritual — Lo lleva al Horeb, el lugar del encuentro (1 R 19:8).
  3. Revelación profunda — No en el viento, terremoto o fuego, sino en un “silbo apacible” (1 R 19:12): su poder también se muestra en lo íntimo y silencioso.

4. Principio bíblico

Dios no se manifiesta por nuestra perfección, sino por su gracia.

  • Moisés — duda de sí (Éxodo 4:10–13).
  • David — clama desde la depresión (Salmo 42).
  • Jeremías — se lamenta (Jeremías 20:14–18).
  • Pablo — “Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
2 Corintios 12:9

5. Aplicación

  • No huyas de la presencia de Dios cuando estés desanimado: ahí quiere fortalecerte (Hebreos 4:16).
  • Reconoce tu fragilidad: no es excusa, es invitación a su gracia.
  • Escucha en el silencio: muchos momentos transformadores ocurren lejos del ruido.

Dios no busca superhéroes espirituales, sino hijos e hijas dispuestos a ser sostenidos por Él. En tu momento más bajo, recuerda: ese puede ser el punto de partida para tu restauración más profunda.

© Tu ministerio / comunidad — Puedes adaptar y usar libremente este devocional.

martes, 5 de agosto de 2025

Reflexión

Reflexión

Hay algo muy profundo que sucede cuando el corazón humano se acerca a Dios por conveniencia, y no por rendición. Muchas veces se predica un mensaje atractivo, lleno de promesas, que habla de restauración, de sanidad, de bendiciones… y sí, claro que Dios puede hacer todo eso. Pero el problema no es lo que Dios puede hacer. El problema es lo que el ser humano está buscando.

Si el alma se acerca a lo divino esperando recibir beneficios —como quien entra a una tienda buscando el mejor producto— entonces se está acercando con las motivaciones equivocadas. Porque hay una gran diferencia entre amar a Dios por lo que es, y acercarse a Él por lo que da.

La fe verdadera no florece en un terreno de intereses personales. La fe real nace cuando uno reconoce su necesidad de Dios más allá de los resultados. Cuando uno entiende que seguirle implica morir a uno mismo, no solo recibir favores.

Y eso tiene un precio. Un precio que muchos no están dispuestos a pagar. Porque mientras todo marcha bien, mientras llegan los milagros y las respuestas, las multitudes se mantienen. Pero cuando se revela la cruz, cuando se dice que seguir a Dios implica cargar con ella, entonces el número se reduce. Porque no todos quieren amar a Dios si eso significa dejarlo todo.

El verdadero llamado no es a recibir, es a rendirse. Y cuando uno se entrega por completo, entonces sí, lo demás puede venir. Pero no como el centro, sino como la añadidura de una vida completamente entregada.

Lo más triste es ver cómo algunos han convertido el mensaje en una oferta de supermercado espiritual. Pero el Reino de Dios no es eso. Es un llamado a morir para vivir. A perder para ganar. A entregarlo todo no por obligación, sino por amor.

Y ese tipo de mensaje, cuando se predica con verdad, puede que no llene estadios… pero llena el cielo.

El verdadero Evangelio no llama a buscar los regalos de Dios, sino a rendirse por completo a Él, aunque eso cueste la vida.

lunes, 4 de agosto de 2025

Solo los vivos pueden seguir a Cristo

Solo los vivos pueden seguir a Cristo

Solo los vivos pueden seguir a Cristo

No es una crítica solo un llamado a examinarse espiritualmente. Que el Espíritu Santo nos ayude y sostenga.

Solo quien ha recibido la vida de Cristo puede seguirle de verdad, porque sin nuevo nacimiento, todo esfuerzo espiritual es obra de muertos.

Hay una verdad espiritual que muchas veces se pasa por alto en la vida cristiana: no se puede seguir a Cristo si uno no ha recibido primero Su vida. Y eso no es solo una metáfora bonita, es una realidad radical. El cristianismo no empieza con un compromiso, ni con una decisión humana, ni con un cambio de comportamiento. Comienza con una resurrección interior.

Imagina un campo lleno de cadáveres. Da igual cuánto se les hable, se les enseñe, o incluso se les pida que se levanten y sirvan. Los muertos no responden. No oyen, no ven, no caminan, no pueden seguir a nadie. Pero si entre ellos Jesús llama a dos por su nombre y les da vida, esos dos sí podrán levantarse y seguirle. ¿Por qué? Porque han sido vivificados. No porque sean más nobles o más decididos, sino porque han recibido la vida de Aquel que tiene poder para darla.

Eso es lo que muchos han olvidado al mirar la iglesia. Nos maravillamos con la actividad: gente sirviendo, viajando, predicando, construyendo. Pero la pregunta no es qué hacemos, sino quiénes somos. Porque hay quienes hacen mucho… pero no han nacido de nuevo. Y eso se revela con el tiempo, especialmente cuando viene la crisis.

Cuando todo va bien, es fácil parecer cristiano. Pero en la dificultad, en la prueba, en la ofensa, se revela si hay realmente la vida de Cristo o solo un esfuerzo religioso. El que ha nacido del Espíritu puede tropezar, sí, pero su reacción será volver a Cristo, depender de Él, crecer. El que no ha nacido de nuevo se ofende, se aparta, critica, divide. Porque su raíz no está en Cristo, sino en su carne.

El verdadero cristianismo no es una religión de actividades, sino una vida que se manifiesta. Y esa vida tiene un fruto. No hablo de logros ni de números, sino del fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio (Gálatas 5:22-23). Este fruto no se finge. No se produce con voluntad humana. Brota de una vida que ha sido transformada desde adentro.

Por eso, muchos se cansan, muchos se frustran, muchos abandonan. No porque Dios les falló, sino porque nunca fueron vivificados por Él. Hicieron cosas por Dios sin tener Su naturaleza. Y eso, tarde o temprano, se desmorona.

La iglesia no fue diseñada como una empresa de servicio. Es un cuerpo vivo, habitado por Cristo mismo. No es la suma de voluntades humanas que quieren portarse bien. Es la manifestación visible de la vida invisible del Hijo de Dios en personas que han muerto a sí mismas y han sido resucitadas con Él.

Y eso lo cambia todo.

No se trata de hacer más, ni de parecer mejores. Se trata de nacer de nuevo, y de que a partir de esa nueva vida, todo lo demás —el servicio, el carácter, la obediencia, la misión— fluya como fruto, no como esfuerzo humano.

Porque seguir a Cristo no es cuestión de fuerza de voluntad. Es el resultado natural de estar vivo en Él.

¿A qué llama este mensaje?

Este mensaje es, en esencia, un llamado al nuevo nacimiento genuino.

Más específicamente, es un llamado a:

  • Examinarse espiritualmente: No dar por sentado que alguien es cristiano solo por sus obras, palabras o servicio. Invita a preguntarse: ¿He nacido de nuevo? ¿Cristo vive en mí?
  • Dejar la religiosidad sin vida: Abandonar un cristianismo de apariencia, esfuerzo humano o tradición, para buscar una transformación real por el Espíritu Santo.
  • Volver a lo esencial: Recordar que lo central en la vida cristiana no es lo que hacemos, sino lo que somos en Cristo. El enfoque no está en la actividad, sino en la vida interior.
  • Discipular desde la vida, no desde la forma: Advierte a líderes y creyentes a no tratar de formar discípulos sin asegurarse primero de que han nacido del Espíritu.
  • Buscar el fruto del Espíritu como evidencia de vida: Señala que el verdadero seguidor de Cristo manifiesta el carácter de Jesús, no simplemente su doctrina o su agenda.

En resumen: Es un llamado urgente a dejar de vivir en el esfuerzo de la carne y a clamar por el milagro de la vida nueva en Cristo. Porque sólo los que están vivos en Él pueden seguirle de verdad.

lunes, 21 de julio de 2025

Me hago de todos para llegar a todos

Me hago de todos para llegar a todos

Me hago de todos para llegar a todos

“Me he hecho a los débiles como débil, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.”
— 1 Corintios 9:22

Adaptarse sin corromperse

El apóstol Pablo no estaba tratando de agradar a todos. Su meta no era complacer, sino conectar con las personas donde estaban. Su mensaje no cambiaba, pero su manera de comunicarlo sí. Comprendía que cada persona necesita escuchar el evangelio en un lenguaje que entienda, en una forma que resuene con su realidad.

Jesús mismo fue el ejemplo máximo de esta actitud: se encarnó, caminó entre nosotros, habló en nuestro idioma y vivió nuestras luchas. No vino a imponer, sino a entregar Su vida por nosotros.

Morir al ego, vivir para Cristo

Hacerse de todos implica matar el ego. Requiere humildad, empatía y disposición a incomodarse. Es más fácil juzgar que acercarse, pero el amor de Cristo nos llama a más. Ser como Cristo no es quedarse en un molde religioso, sino dejarse usar como puente entre Dios y los que aún no le conocen.

Una urgencia que arde

Pablo no era ingenuo: sabía que no todos serían salvos. Sin embargo, dijo: “para que de todos modos salve a algunos”. Ese es el latido misionero de un corazón conquistado por Cristo. No esperamos resultados humanos, pero sí obedecemos con pasión divina.

El mundo no necesita más discursos, sino cristianos que caminen, escuchen y amen como Jesús. Que estén dispuestos a cambiar sus métodos, pero nunca su mensaje.

“Por amor a Cristo, me adapto sin perder la esencia, para alcanzar con el evangelio a cada persona donde esté.”