sábado, 29 de marzo de 2025

FELICIDAD VS GOZO

La felicidad va y viene de acuerdo a los cambios de nuestras circunstancias. Nace un nuevo bebé o nieto y todo el mundo sonrie. Nos ganamos unas vacaciones gratis iy nos ponemos eufóricos! El jefe nos da un aumento justo cuando necesitamos el dinero extra y nos alegramos mucho. Pero la euforia solo es temporal. Es inevitable que algo cambie y se lleve nuestra felicidad. El bebé se enferma, llueve en las vacaciones, nuestro trabajo desaparece debido a una fusión en la empresa. El sentimiento positivo es algo fugaz. En el mejor de los casos quedamos sintiéndonos vacios y en el peor hasta enojados.
Entonces, ¿cómo recuperamos nuestra felicidad cuando la situación cambia? No basta con solo desearlo. No podemos perseguirla. Esforzarnos más para recuperarla solo produce frustración. Si solo las circunstancias nos hacen felices, entonces nuestra situación tiene que cambiar para volver a ser felices. Sin embargo, esa precisamente es la razón por la cual no somos felices. No tenemos, ni lo tendremos jamás, control sobre las cosas que contribuyen a "no te preocupes, sé feliz".
La felicidad es circunstancial y elusiva, pero el gozo no es citcunstancial. Podemos tener gozo incluso cuando no somos felices. Algunos pudieran escuchar a los cristianos hablar del gozo y pensar que el gozo es solo un término religioso para la felicidad. Pero el gozo se diferencia de la felicidad. Si la situación es buena, cualquiera puede experimentar felicidad. Hasta las personas que no conocen a Dios o que lo maldicen pueden ser felices. Pero no tienen gozo, porque esa bendición en la vida tiene una fuente completamente diferente.
Según las Escrituras, el Espiritu Santo produce gozo. "Mas el fruto del Espiritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,fe, mansedumbre, templanz" (Gálatas 5:22-23, énfasis del autor). ¿Verdad que es interesante que el gozo se mencione justo después del amor? Es obvio que Dios no quiere que vivamos vidas deprimidas, malhumoradas y amargadas. Él sabe que la felicidad es fugaz, asi que mediante el Espíritu nos da un gozo sobrenatural que trasciende a nuestras circunstancias. El gozo es un regalo bello que acompaña a la salvación mediante la fe en Jesucristo, Es un don que imparte el Espíritu Santo a lo mas intimo de nuestro ser.

"Redescubrimiento del Espíritu"

martes, 11 de marzo de 2025

¿TE CONTROLA EL ESPÍRITU SANTO?

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Si el Espíritu Santo no nos controla, perderemos lo que Dios quiere que seamos.

Debemos renunciar al poder para obtener un poder mayor

Soltar el control y ganar el poder


miércoles, 5 de febrero de 2025

La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de él


“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?  Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lucas 23:39-43

Lo último que se supone que debemos aprender de estos versículos es lo siguiente: La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de Cristo. 

“Hoy”, le dice nuestro Señor al ladrón arrepentido, “hoy estarás conmigo en el paraíso”. No menciona ningún periodo distante. No habla de entrar a un estado de felicidad como algo “lejano”. Habla de hoy, “este día mismo que estás colgado en la cruz”. 

¡Qué cercano parece eso! ¡Qué extremadamente cerca nos traen esas palabras a nuestra morada eterna! Felicidad o sufrimiento, dolor o gozo, la presencia de Cristo o la compañía de los demonios, están todos cerca de nosotros. “Hay un paso”, dice David, “entre mí y la muerte” (1 S. 20:3). Podemos decir que hay sólo un paso entre nosotros y el paraíso o el infierno.

Ninguno de nosotros entiende esto lo bien que debiera. Ha llegado el momento de quitarnos las ideas sobre este tema que son producto de nuestra imaginación. Tenemos la tendencia de hablar y pensar, aun refiriéndonos a creyentes, como si la muerte fuera un largo viaje y como si el santo que ha muerto se ha embarcado en una larga travesía. ¡Esto es un error, un puro error!  Su puerto seguro y su patria celestial están cerca y ya han entrado en él. 

Algunos sabemos, por amarga experiencia, qué largo se nos hace el tiempo entre la muerte de un ser querido y la hora cuando lo sepultamos fuera de nuestra vista. Esas horas son las más lentas, tristes y pesadas de nuestras vidas. Pero, bendito sea Dios, las almas de los santos que han partido están libres desde el instante mismo cuando dieron su último aliento. Mientras nosotros lloramos, se está preparando el ataúd, se tiene el velorio y se llevan a cabo los últimos arreglos, el espíritu de nuestro ser querido está disfrutando de la presencia de Cristo. Se encuentra libre para siempre de la carga de la carne. Está donde “los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas” (Job 3:17). 

En el preciso momento en que el creyente muere, está en el paraíso. Su batalla ha acabado, sus luchas han terminado. Ha pasado por el valle sombrío que un día tendremos que pasar nosotros, ha cruzado el río tenebroso que un día tendremos que cruzar nosotros. Ha bebido la última copa amarga que el pecado le preparó, ha llegado al lugar donde ya no hay aflicciones y lamentos. ¡No debemos desear que regrese de donde está! No debemos llorar por él, sino por nosotros mismos.

Nosotros todavía estamos batallando, en cambio él está en paz. Nosotros estamos trabajando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos velando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos vistiendo nuestra armadura espiritual, en cambio él se la ha quitado para siempre. Nosotros todavía estamos de viaje, en cambio él está en puerto seguro. Nosotros tenemos lágrimas, en cambio él tiene gozo. Nosotros somos extranjeros y peregrinos, en cambio él está en su hogar permanente. ¡No hay duda de que los muertos en Cristo están mejor que los vivos! ¡No hay duda de que desde el preciso instante en que el santo muere, está inmediatamente en una posición mucho más elevada y más feliz que el más feliz sobre la faz de tierra!

 Me temo que abundan fantasías sobre esta realidad. Me temo que muchos que no son católicos romanos y profesan no creer en el purgatorio, no obstante, tienen ideas extrañas sobre las consecuencias inmediatas de la muerte.

Me temo también que muchas personas tienen una especie de noción indefinida de un intervalo o espacio de tiempo entre la muerte y su estado eterno. Se imaginan que estarán pasando por algún proceso purificador y que, aunque mueren ineptos para el cielo, ¡al final serán encontrados idóneos para él!

Pero esto es totalmente equivocado. No sucede ningún cambio después de la muerte, no hay ninguna conversión en la tumba, no hay un nuevo corazón después del último suspiro. El mismo día en que partimos, lo hacemos para siempre, el día que partimos de este mundo, comenzamos una condición eterna. Desde ese día no hay ninguna alteración del alma, ningún cambio espiritual. Así como morimos, así recibiremos nuestra parte después de la muerte; “en el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Ec. 11:3).

Si usted no es cristiano, esto debiera hacerlo pensar. ¿Sabe que está cerca del infierno? Puede morir este mismo día y, si no muere en Cristo, abrirá inmediatamente sus ojos en el infierno y en medio de tormentos.

Si es usted un cristiano auténtico, está mucho más cerca del cielo de lo que cree. Si el Señor se lo llevara este mismo día, se encontraría en el paraíso. La tierra prometida está muy cerca de usted. Si cerrara sus ojos en medio de debilidad y dolor, se abrirían inmediatamente en medio de un descanso glorioso imposible de describir. 

Conclusión
Diré ahora unas pocas palabras a manera de conclusión.

(a) Este escrito puede caer en las manos de un pecador humilde y contrito. ¿Es usted uno de ellos? Entonces aquí le tengo palabras de aliento. Tome nota de lo que hizo el ladrón arrepentido y haga usted lo mismo. Tome nota de cómo oró, cómo llamó a Jesucristo; tome nota de la respuesta de paz que obtuvo. Hermano o hermana, ¿por qué no hace usted lo mismo? ¿Por qué no habría de ser salvo usted también?

(b) Este escrito puede caer en manos de un soberbio y presumido mundano. ¿Es usted uno de ellos? Entonces preste atención a mi advertencia. Tome nota de que el ladrón impenitente murió tal como había vivido y tenga cuidado de no llegar a un final igual. Oh, hermana o hermano errado, ¡no esté tan confiado, no sea que muera en sus pecados! Busque al Señor mientras puede ser hallado. Vuélvase al Señor, ¿por qué habría de morir sin él?

(c) Este escrito puede caer en manos de un creyente que profesa a Cristo. ¿Es usted uno de ellos? Entonces tome la fe del ladrón arrepentido como criterio para medir su propia fe. Asegúrese de saber lo que es el verdadero arrepentimiento y la fe salvadora, la humildad auténtica y el amor ferviente. Hermano o hermana, no se satisfaga con la norma del mundo acerca del cristianismo. Piense como el ladrón arrepentido, eso es ser sabio. 

(d) Este escrito puede caer en manos de alguien que está llorando por creyentes que han partido. ¿Es usted uno de ellos? Entonces reciba consuelo de este pasaje. Note cómo sus seres queridos están en las mejores manos. No pueden estar mejor. Nunca estuvieron tan bien en su vida como lo están ahora. Están con Jesús, a quien sus almas amaban sobre la tierra. ¡Oh, ya basta de sus lamentos egoístas! Regocíjese porque están libres de aflicciones y han entrado en su descanso. 

(e) Y este escrito puede caer en las manos de algún siervo de Cristo entrado en años. ¿Es usted uno de ellos? Entonces vea por medio de estos versículos cuán cerca está de su patria celestial. Su salvación está más próxima que cuando recién creyó. Unos pocos días más de trabajo y aflicción, y el Rey de reyes mandará a buscarlo y, en un instante, su batalla habrá terminado y estará en completa paz.

Santidad. JC Ryle

EL PECADO

Todo creyente ha lamentado, en algún momento, el no poder dejar de pecar. Aunque tendemos a pensar que el problema proviene de la debilidad de nosotros mismos, el no poder dejar de pecar normalmente indica una deficiencia en nuestra comprensión de la fortaleza de Dios. Cuando no entendemos Su poder para salvarnos, perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9), podemos quedar atrapados en un ciclo destructivo de pecado, culpa y temor, que nos lleva a una falta de gozo en nuestra salvación, la cual conduce a más pecado.

En el Salmo 51:12, David le ruega a Dios: "Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente". Escribió esto después de haber caído en los graves pecados de adulterio y asesinato. Es interesante notar que le pide a Dios que le devuelva el gozo de su salvación. El gozo es clave en nuestra victoria sobre el pecado. También es importante que entendamos que Dios nos sostiene "con un espíritu dispuesto". Dios se goza al salvarnos, y nosotros nos gozamos por haber sido salvados.

Dios nos ha salvado voluntariamente, para mostrar Su gracia, Su amor y Su fortaleza. Nuestra salvación no depende de lo mucho o poco que pequemos, de lo mucho o poco que evangelicemos o nos arrepintamos o hagamos buenas obras, de lo amorosos o antipáticos que seamos, o de cualquier otra cosa relacionada con nosotros. Nuestra salvación es enteramente un resultado de la gracia, el amor y el propósito de Dios (Efesios 2:8-9). Es importante entender esto, porque (irónicamente) creer que somos responsables de cumplir la ley conduce inevitablemente a la incapacidad de dejar de pecar.

Pablo lo explica en Romanos 7:7-10. Cuando entendemos una ley, como "no codiciar", nuestra naturaleza pecaminosa inevitablemente se rebela contra esa ley, y codiciamos. Esta es la situación del hombre: simplemente somos así. La ley agrava nuestra naturaleza pecaminosa. La bondad de Dios puede hacer lo que la ley nunca podría hacer: limpiarnos del pecado.

Por lo tanto, la manera de dejar de pecar no es añadir más reglas. Dios lo sabía. De hecho, nos dio la ley para que fuéramos conscientes de nuestro pecado y nos volviéramos a Él (Romanos 3:19-20; Gálatas 3:23-26). La ley es buena. Es un reflejo de la naturaleza de Dios y de Su perfección. Pero no nos fue dada para nuestra salvación. Cristo cumple la ley por nosotros (Mateo 5:17).

Cuando no estamos de acuerdo con Dios y nos aferramos a la idea de que debemos cumplir la ley, perdemos nuestro gozo en la salvación y nos dirigimos al fracaso. Trabajamos bajo una terrible carga. Nos sentimos presionados a hacer algo para asegurar la salvación, pero, al mismo tiempo, nuestra naturaleza pecaminosa no nos permite obedecer la ley. Cuanto más nos centramos en la ley, más se rebela nuestra naturaleza pecaminosa. Cuanto más se rebela nuestra naturaleza pecaminosa, más tememos que no seamos salvos. Entre más asustados y sin gozo estemos, la promesa de felicidad del pecado se hace más tentadora.

La única manera de romper el ciclo y dejar de pecar es aceptar el hecho de que no podemos dejar de pecar. Esto puede parecer contradictorio, pero si una persona no deja de intentar salvarse, nunca descansará en el conocimiento de que Dios la ha salvado. El gozo de la salvación viene de aceptar el hecho de que la gracia de Dios nos cubre, que Él nos cambiará y nos conformará a la imagen de Cristo, y que es Su obra, no la nuestra (Romanos 8:29; Filipenses 1:6; Filipenses 2:13; Hebreos 13:20-21). Cuando se comprende verdaderamente esta realidad, el pecado pierde su poder. Ya no sentimos el impulso de recurrir al pecado como un medio temporal para aliviar la ansiedad, ya que la ansiedad y la presión han sido aliviadas de una vez por todas por Cristo (Hebreos 10:10, 14). Así, las buenas obras que realizamos en la fe se hacen por amor y gozo, y no por miedo o por obligación.

"Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:56-58).

martes, 24 de diciembre de 2024

Renovación y Transformación

 "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."  Romanos 12:1-2

Este pasaje de la Escritura que nos llama a una vida de transformación y renovación. Romanos 12:1-2 es una invitación a presentar nuestras vidas como un sacrificio vivo a Dios y a no conformarnos a los patrones de este mundo. Es un llamado a una vida de santidad y servicio, guiados por la voluntad perfecta de Dios.

La Misericordia de Dios

El apóstol Pablo comienza este pasaje con un ruego basado en las misericordias de Dios. La misericordia de Dios es la razón por la que podemos presentarnos ante Él. Es por su gracia y compasión que somos salvos y transformados. Recordemos que, sin la misericordia de Dios, estaríamos perdidos en nuestros pecados. Este es un punto de partida crucial para entender nuestra respuesta a Dios.

Presentar Nuestros Cuerpos en Sacrificio Vivo

Pablo nos exhorta a presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. En el Antiguo Testamento, los sacrificios eran ofrecidos como una forma de adoración y expiación por el pecado. Sin embargo, en Cristo, somos llamados a ser un sacrificio vivo. Esto significa que nuestra adoración no se limita a actos específicos, sino que abarca toda nuestra vida. Cada acción, pensamiento y decisión debe ser una ofrenda a Dios.

Culto Racional

El término "culto racional" implica que nuestra adoración debe ser inteligente y consciente. No se trata de rituales vacíos, sino de una dedicación completa y reflexiva a Dios. Nuestro culto debe ser una respuesta intencional y agradecida a la bondad y misericordia de Dios. Es vivir de una manera que refleje nuestra comprensión y aprecio por lo que Él ha hecho por nosotros.

No Conformarse a Este Siglo

Pablo nos advierte contra la conformidad a este mundo. Vivimos en una sociedad que a menudo promueve valores y comportamientos contrarios a la voluntad de Dios. No conformarse significa resistir la presión de adoptar los patrones de este mundo y, en su lugar, vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios. Esto requiere valentía y determinación para ser diferentes y mantenerse firmes en nuestra fe.

Transformación y Renovación de la Mente

La transformación es un proceso continuo que comienza con la renovación de nuestra mente. Necesitamos una nueva forma de pensar, una perspectiva divina que nos permita discernir la voluntad de Dios. Esta renovación se logra a través del estudio de la Palabra de Dios, la oración y la comunión con otros creyentes. Al renovar nuestra mente, podemos vivir una vida que refleje los valores y propósitos de Dios.

La Voluntad de Dios

El objetivo de esta transformación es que podamos comprobar cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. La voluntad de Dios es siempre para nuestro bien y para su gloria. Al vivir de acuerdo con su voluntad, encontramos verdadera satisfacción y propósito en la vida. Nos convertimos en testigos de su amor y poder transformador.

Aplicación práctica

¿Cómo podemos aplicar estos versículos en nuestra vida diaria? Primero, debemos dedicarnos a la renovación diaria de nuestra mente a través del estudio de la Biblia y la oración. Segundo, debemos resistir la tentación de conformarnos a los valores del mundo y, en cambio, vivir según los principios de Dios. Finalmente, presentemos nuestras vidas como un sacrificio vivo, buscando agradar a Dios en todo lo que hacemos.

Conclusión

En conclusión, Romanos 12:1-2 nos llama a una vida de transformación y renovación. Somos invitados a presentarnos a Dios como un sacrificio vivo, a no conformarnos a este mundo y a renovar nuestra mente para comprender y vivir según su perfecta voluntad. Que el Señor nos ayude a vivir de manera que nuestra vida sea un reflejo de su amor y misericordia.

Amén

Las Diez Vírgenes: ¿Estás Preparado?

Nos encontramos ante una de las parábolas más conocidas y significativas de Jesús: la parábola de las diez vírgenes. Esta historia, relatada en el Evangelio de Mateo, nos invita a reflexionar sobre nuestra preparación espiritual y nuestra relación con el reino de Dios.

El Contexto

En esta parábola, Jesús nos presenta a diez vírgenes que esperan ansiosamente la llegada del novio. Cinco de ellas son prudentes y llevan consigo aceite adicional para sus lámparas, mientras que las otras cinco son necias y solo llevan el aceite necesario para la espera. Cuando el novio llega, las vírgenes prudentes están preparadas y entran al banquete nupcial, mientras que las necias se quedan fuera, lamentando su falta de previsión.

El Mensaje

¿Qué nos quiere decir Jesús con esta parábola? En primer lugar, nos habla de la importancia de estar siempre preparados. El novio, que representa a Cristo, puede llegar en cualquier momento. Así como las vírgenes prudentes estaban listas, nosotros también debemos estar preparados para encontrarnos con el Señor.

¿Qué significa estar preparado?

  • Fe viva: La fe es como el aceite de las lámparas. Una fe viva y activa nos permite mantener nuestra relación con Dios encendida y brillante.
  • Obras buenas: Nuestras acciones deben reflejar nuestra fe. Las buenas obras son el fruto de una vida consagrada a Dios.
  • Perseverancia: La espera puede ser larga, pero debemos perseverar en nuestra fe, confiando siempre en las promesas de Dios.
  • Voluntad de servir: Al igual que las vírgenes servían al novio, nosotros debemos estar dispuestos a servir a los demás en el nombre de Cristo.

La Urgencia de la Preparación

La parábola nos advierte sobre la urgencia de estar preparados. No sabemos el día ni la hora en que el Señor volverá. Por eso, debemos vivir cada día como si fuera el último, aprovechando cada oportunidad para acercarnos más a Él.

Conclusión

¿Estamos preparados para el encuentro con el Señor? ¿Nuestra fe es viva y nuestra lámpara está llena de aceite? Que esta parábola nos sirva como un llamado a la reflexión y a la acción. Que renovemos nuestra fe, fortalezcamos nuestra relación con Dios y nos preparemos para el día en que el novio llegue. Amén.

Puntos clave para la reflexión personal:

  • ¿Qué significa para ti estar preparado para el regreso de Cristo?
  • ¿Qué áreas de tu vida espiritual necesitas fortalecer?
  • ¿Cómo puedes servir mejor a Dios y a tu prójimo?

Sugerencias para la aplicación práctica:

  • Dedica tiempo a la oración y a la lectura de la Biblia.
  • Participa activamente en tu comunidad cristiana.
  • Realiza obras de servicio a los demás.
  • Comparte tu fe con quienes te rodean.

Oraciones:

  • Señor Jesús, ayúdanos a estar siempre preparados para tu venida. Fortalece nuestra fe y llena nuestras vidas de tu Espíritu Santo. Amén.
  • Padre celestial, concédenos la gracia de vivir una vida que te agrade. Ayúdanos a ser fieles a tus promesas y a servirte con alegría. Amén.

¡Que sea una bendición para todos!

sábado, 21 de diciembre de 2024

El costo de seguir a Cristo

Por no “calcular el costo”, los que escuchan a poderosos predicadores evangélicos, a menudo sufren un final desventurado. Se conmueven y emocionan tanto que profesan lo que realmente no experimentan. Reciben la Palabra “gozosos” con tanta extravagancia que casi asustan a los viejos cristianos. Trabajan por un tiempo con tanta consagración y fervor que parece que van a sobrepasar a los demás. Hablan y trabajan con objetivos espirituales con tanto entusiasmo que hasta pueden avergonzar a los cristianos que ya tienen más tiempo en la iglesia. Pero cuando la novedad y la frescura de sus sentimientos han pasado, cambian totalmente. Dan prueba de haber sido terreno pedregoso. Son exactamente lo que describe el gran Maestro en la Parábola del Sembrador. “Al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza” (Mt. 13:21). Poco a poco su efímera consagración se esfuma y su amor se enfría. Tarde o temprano los asientos que ocupaban en los cultos están vacíos y, ni siquiera, son mencionados entre los cristianos. ¿Por qué? Porque nunca “calcularon el costo”. Por no “calcular el costo”, centenares de personas que han hecho profesión de fe como fruto de “avivamientos religiosos”, vuelven al mundo después de un tiempo y hacen quedar mal a la fe cristiana. Comienzan con una noción lamentablemente equivocada de lo que es el verdadero cristianismo. Se imaginan que no consiste de otra cosa más que levantar la mano cuando el predicador hace la invitación a “venir a Cristo” y sentir profundamente gozo y paz interior. Y entonces, después de un tiempo, cuando se enteran de que existe una cruz que hay cargar, que nuestros corazones son engañosos y que hay un diablo ocupado siempre cerca de nosotros, se enfrían disgustados y vuelven a sus pecados de antes.
¿Y por qué? Porque nunca supieron realmente de qué se trataba el verdadero cristianismo. Nunca aprendieron que tenemos que “calcular el costo”1.

Por no “calcular el costo”, los hijos de padres cristianos, a menudo terminan mal y avergüenzan al cristianismo. Familiarizados desde sus primeros años con la forma y la teoría del evangelio, enseñados desde la infancia a decir de memoria los textos principales, acostumbrados a recibir enseñanzas acerca del evangelio o a enseñar a otros en la Escuela Dominical, se crían profesando una religión sin saber por qué y sin haber pensado seriamente en ella. Y entonces, cuando la realidad de la vida adulta empieza a presionarlos, a menudo sorprenden a todos cuando abandonan toda su fe evangélica y se pierden en el mundo. ¿Y por qué? Nunca comprendieron totalmente los sacrificios que implica ser cristiano. Nunca les enseñaron a “calcular el costo”.

Estas son verdades serias y dolorosas. Pero al fin de cuentas, son verdad. Todas ayudan a mostrar la importancia inmensa del tema que estoy considerando. Todas destacan la necesidad absoluta de insistir sobre este tema a todos los que anhelan santidad y de exclamar en todas las iglesias: “¡Calculen el costo!”. Me atrevo a decir que sería bueno que se enseñara con más frecuencia de lo que se enseña, la obligación de “calcular el costo” de seguir a Cristo. Actuar con apuro e impaciencia es la orden del día para muchos que pretenden ser religiosos. Las conversiones instantáneas y una paz razonable inmediata parecen ser los únicos resultados que quieren obtener del evangelio. Comparados con estos, todo lo demás queda a la sombra. Obtenerlas es, aparentemente, el gran fin y objetivo de sus obras. Digo sin vacilar que este modo intrascendente y parcial de enseñar el cristianismo es extremadamente malicioso. Nadie se equivoque sobre lo que digo. Apruebo totalmente que se ofrezca a los hombres una salvación en Cristo total, inmediata, presente y gratuita. Apruebo totalmente que se le insista al hombre sobre la posibilidad y el deber de una conversión inmediata y al instante. No cuestiono a nadie con respecto a esto. Pero lo que sí digo es que estas verdades no deben ser presentadas sin esencia, aisladas y como únicas. Tienen que presentarse diciendo sinceramente lo que están aceptando, si profesan el deseo de salir del mundo y servir a Cristo. Las personas no deben ser presionadas a sumarse a las filas de las huestes de Cristo sin haberles dicho lo que implica la guerra. En una palabra, se les debe decir sinceramente que “calculen el costo”. 

No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy

La parábola de las diez vírgenes es una de las enseñanzas más significativas y profundas de Jesús, que se encuentra en el Evangelio de Mateo, capítulo 25, versículos 1 al 13. Esta parábola ha sido interpretada de diversas maneras a lo largo de la historia, pero su mensaje central sigue siendo relevante para los creyentes de hoy. 

Queridos hermanos y hermanas, la parábola de las diez vírgenes es una historia que nos ofrece una lección valiosa sobre la preparación, la vigilancia y la fidelidad. En esta parábola, Jesús nos invita a estar siempre preparados para su regreso, a vivir con fe activa y a ser conscientes de la importancia de nuestras decisiones espirituales.

En primer lugar, es crucial entender el contexto en el que Jesús narró esta parábola. Jesús estaba enseñando a sus discípulos sobre los eventos del fin de los tiempos y su segunda venida. La parábola de las diez vírgenes es parte de un discurso más amplio en el que Jesús advierte a sus seguidores que estén preparados para su regreso, porque el día y la hora son desconocidos.

La parábola describe a diez vírgenes que salen a encontrarse con el novio. Cinco de ellas son prudentes y llevan consigo aceite adicional para sus lámparas, mientras que las otras cinco son insensatas y no llevan suficiente aceite. Mientras el novio tarda en llegar, todas se duermen. A medianoche, se escucha el clamor de que el novio está llegando, y todas las vírgenes se levantan y preparan sus lámparas. Las vírgenes insensatas, al darse cuenta de que no tienen suficiente aceite, piden a las prudentes que les compartan, pero estas les dicen que no pueden hacerlo porque no habrá suficiente para todas. Las insensatas entonces van a comprar más aceite, pero mientras están ausentes, llega el novio y las prudentes entran con él al banquete de bodas, cerrándose la puerta detrás de ellas. Cuando las insensatas regresan, encuentran la puerta cerrada y no se les permite entrar.

Que enseñanza podemos adquirir a través de este texto.

1. Preparación y Vigilancia
La primera lección que podemos extraer de esta parábola es la importancia de estar preparados y vigilantes. Las vírgenes prudentes representan a aquellos que viven su fe de manera activa y constante, que mantienen su relación con Dios y están listos para cualquier eventualidad. El aceite en sus lámparas simboliza la fe, la justicia y las buenas obras que los creyentes practican en su vida diaria.

2. La Procrastinación Espiritual
Las vírgenes insensatas, por otro lado, representan a aquellos que postergan su vida espiritual, que no se toman en serio su relación con Dios hasta que es demasiado tarde. Nos advierte sobre los peligros de la procrastinación espiritual y nos recuerda que debemos estar siempre listos para el regreso del Señor.

3. La Imposibilidad de Compartir la Preparación Espiritual
Otra lección crucial es que la preparación espiritual es personal e intransferible. Las vírgenes prudentes no pueden compartir su aceite con las insensatas, lo que nos enseña que cada uno de nosotros debe desarrollar y mantener su propia fe y relación con Dios. No podemos depender de la fe de otros para nuestra salvación.

4. La Urgencia del Momento
El clamor a medianoche simboliza la venida inesperada del Señor. Nos recuerda que debemos vivir con un sentido de urgencia, sabiendo que el regreso de Jesús puede ocurrir en cualquier momento. No podemos darnos el lujo de ser complacientes o desatender nuestra vida espiritual.

¿Cómo podemos aplicar estas enseñanzas a nuestra vida diaria? Primero, debemos evaluar nuestra relación con Dios y asegurarnos de que estamos viviendo de acuerdo con su voluntad. Esto significa practicar la oración, el estudio de la Biblia, la participación en la comunidad de fe y la realización de buenas obras.

Segundo, debemos estar conscientes de la tentación de la procrastinación espiritual. No esperemos hasta mañana para hacer lo que podemos hacer hoy. Cada día es una oportunidad para crecer en nuestra fe y prepararnos para el regreso del Señor.

Finalmente, debemos recordar que la preparación espiritual es una responsabilidad personal. No podemos depender de la fe de nuestros padres, amigos o líderes espirituales. Cada uno de nosotros debe tomar en serio su caminar con Dios y estar listo para encontrarse con Él en cualquier momento.

En conclusión, la parábola de las diez vírgenes es una poderosa advertencia de Jesús sobre la importancia de la preparación y la vigilancia. Nos llama a vivir con fe activa y constante, a no postergar nuestra vida espiritual y a estar siempre listos para su regreso. Que el Señor nos ayude a ser como las vírgenes prudentes, preparados y vigilantes, viviendo cada día en su presencia y para su gloria.

Amen

martes, 19 de noviembre de 2024

...dijo Dios: «Hagamos al ser humano...

Medido en peso, el silicio representa más de la cuarta parte de la corteza terrestre y es el segundo elemento más abundante por detrás del oxígeno. El silicio no se encuentra en estado nativo; arena, cuarzo, amatista, ágata, pedernal, ópalo y jaspe son algunos de los minerales en los que aparece el óxido, mientras que formando silicatos se encuentra, entre otros, en el granito, feldespato, arcilla, hornblenda y mica.También se encuentra en meteoritos.

Este mineral se forma en los huesos y en el tejido conectivo "y es fundamental en la formación de todos nuestros tejidos, tanto la piel, como los músculos y los huesos, sobre todo en uñas, cartílagos y tendones, este ayuda a mantener la resistencia y fuerza de los mismos".

Escrito hace más de 3500 años... en el libro del Génesis... Y Dios el Señor formó al ser humano del polvo del suelo; entonces sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente.

jueves, 31 de octubre de 2024

Santidad

Las personas santas debieran apuntar a hacer todo bien y debieran avergonzarse de permitirse hacer algo mal, si pueden evitarlo.

El hombre santo procurará una mentalidad espiritual. Se esforzará por consagrar sus afectos enteramente a las cosas de arriba y considerar las cosas de la tierra mucho menos importantes. No descuidará la vida actual, pero el primer lugar en su mente y pensamientos lo dará a la vida venidera. Su meta será vivir como aquel cuyo tesoro está en el cielo y pasar por este mundo como un extraño y peregrino rumbo a su hogar. Tener comunión con Dios en oración, en la Biblia y en la reunión de su pueblo, son las cosas que más le agradarán. Le dará valor a todas las cosas, los lugares y las relaciones, en la proporción que lo acerquen más a Dios. Compartirá algo del sentimiento de David, cuando dice: "Está mi alma apegada a ti"."Mi porción es Jehová"(Sal. 63:8;119:57).