miércoles, 25 de enero de 2012

El sacerdocio de los creyentes

Leer | APOCALIPSIS 5.9-10 


Según las Sagradas Escrituras, la ciudadanía del creyente está en el cielo (Fil 3.20). Es decir, no es que vamos a ser ciudadanos de un reino eterno; ya lo somos.
Además, toda persona que confiesa a Jesucristo como Señor es parte del sacerdocio de Dios. En la antigua cultura israelita, los sacerdotes eran los servidores privilegiados del Dios Todopoderoso. Realizaban todas las tareas relacionadas con la observancia de la Ley y la preservación del bienestar espiritual de las personas. Se ocupaban del templo, ofrecían sacrificios, e intercedían a favor de la comunidad.
Cuando Juan dice en Apocalipsis 1 que somos sacerdotes, nos está colocando en la categoría de un pueblo apartado como siervos de Dios. Es una bendición y un llamamiento para reverenciar al Señor, adorarle y honrarle, y para garantizar que toda la gloria sea dada a su nombre.
La única tarea sacerdotal que no tenemos, es realizar sacrificios. Dios mismo ofreció el sacrificio final en la cruz del Calvario, cuando su Hijo murió en nuestro lugar. Nuestra parte es dar testimonio de la anchura y la profundidad de su amor a todas las personas. Una vez que usted comprende el hecho de que Dios ve a sus hijos —todos ellos antes esclavos del pecado— con amor incondicional, no puede callar en cuanto a eso.
Los creyentes son especiales a los ojos de su Dios y Rey. Somos una nación santa y un pueblo adquirido por Dios. ¿Qué está usted haciendo con su vida? Como creyente, usted no es ya dueño de sí mismo (1 Co 6.19). Es un sacerdote y un servidor privilegiado del Dios Altísimo.

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