martes, 24 de enero de 2012

Deje de robar al Cuerpo de Cristo

Leer | 1 CORINTIOS 12.14-21 


Cada día, usted se levanta de la cama, se viste, y camina hasta la mesa para desayunar. Saluda al resto de la familia y tal vez lee el periódico. Unos minutos después, conduce su auto hasta el trabajo. En la primera hora, más o menos, que está despierto, su cuerpo realiza miles de complejas tareas, tan rutinarias que pasan desapercibidas.
Nuestro cuerpo físico es una creación de singular hermosura y complejidad. Y aunque ciertas partes parecen más atractivas que otras, todas son útiles. La naturaleza interdependiente del cuerpo, es decir, la manera como cada parte depende de otras para funcionar bien, es una metáfora apropiada para una iglesia centrada en Cristo. Cuando los creyentes usan sus dones y talentos para trabajar juntos con amor, todo el cuerpo funciona bien para la gloria de Dios.
Sin embargo, las iglesias hoy están llenas de personas que se consideran insignificantes. Al ver el exitoso trabajo de las demás, llegan a la conclusión de que no son realmente necesarias, o suponen que no tienen los talentos para aportar una contribución valiosa. Esas son mentiras del diablo. Cuando su engaño tiene éxito, lo que sucede con demasiada frecuencia, puede lograr que un cristiano más eche marcha atrás con la esperanza de que otra persona haga el trabajo para el Señor.
Retraerse en vez de buscar un lugar para servir, es una forma de robo: usted le está robando a la iglesia del Señor —a su pueblo—su contribución exclusiva. Su papel puede ser pequeño o pasar desapercibido, pero es vital para Jesucristo y el buen funcionamiento de su cuerpo en la Tierra.

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