viernes, 6 de enero de 2012

La misión de Cristo

Leer | JUAN 10.1-18 


La misión de Cristo en la Tierra fue hacer la voluntad de su Padre. Su vida estuvo siempre rendida a Dios. Vemos esto desde el comienzo, cuando estuvo separado de sus padres. Él les dijo: "¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?" (Lc 2.49 NVI).
El deseo del Padre celestial era que los perdidos volvieran a Él. Por eso Jesús, a pesar de ser rey, no vino para ser servido sino para servir, aun hasta la muerte (Mt 20.28). Su objetivo supremo era convertirse en el sacrificio necesario para expiar el pecado de la humanidad y darnos acceso al Padre.
Para llevar a cabo su misión, Jesús sufrió mucho. Pero incluso en su hora más oscura, no se apartó de su llamado (26.39). Como Hijo fiel, Él nos dio el único camino al Padre y a la vida eterna: Él mismo (Jn 14.6). Quienes ponen su fe en Él son el cuerpo de su iglesia, y le verán en gloria cuando mueran.
Jesús dijo: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (14.9); en realidad, los dos son uno (10.30). Él está hoy sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros (Ro 8.34). Un día, Él regresará para juzgar a los pecadores y recompensar a los justos. ¿Está usted preparado para verlo cara a cara? La única manera de estar preparado, es que reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador personal.
Debido al amor ilimitado que nos tiene nuestro Padre Celestial, Él dio a su Hijo la misión de pagar la deuda de pecado de la humanidad, para que todos pudiéramos tener vida eterna. Si usted pone su fe en Jesucristo como su Salvador, estará unido con el Padre ahora mismo, y por la eternidad.

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