miércoles, 4 de enero de 2012

La senda de la vida

Leer | JEREMÍAS 10.23, 24 

La vida es como un sendero lleno de curvas y desvíos. Los entretenimientos pueden conducir a las arenas movedizas del pecado; y las filosofías pueden formar caminos que terminen en un lodazal de ideas confusas. Incluso la mejor ruta no es toda de prados soleados y tranquilos riachuelos. A veces, es posible que tengamos que viajar por terrenos rocosos o valles oscuros. La única manera de estar seguros de que estamos andando bien, es seguir a uno que conozca el camino perfectamente.
Dios es el Guía perfecto y de servicio ininterrumpido. Nadie puede descarriarse si anda por los caminos que Él elige. Piense en que Él le creó con amor para vivir en este tiempo y este lugar. El Señor cuida sus pasos, porque Dios desea ver cumplido el propósito de usted, y el plan de Él realizado por medio de su vida (Pr 3.5, 6).
Por tanto, Él promete enseñar a quienes le siguen (Sal 25.12). Cuando Dios advierte a sus hijos que se alejen de un desvío tentador, es porque Él ve los peligros que acechan en ese camino.
Hay una correlación entre ignorar la guía de Dios y terminar en dificultades. Quien tropieza y pierde el rumbo es porque ha confiado en su propio "sentido de orientación" —en sus emociones, deseos, o interpretación personal de moralidad. Es decir, estuvo persiguiendo lo que le hacía sentir bien o le parecía correcto, en vez de buscar la voluntad del Señor.
Dios ha trazado el camino delante de usted. Él está consciente de cada obstáculo y pozo cenagoso, y sabe exactamente qué desvíos le tentarán. Además, Él se ha comprometido a caminar a su lado como Guía y Consolador, para que no enfrente solo los giros y vueltas de la vida.

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