martes, 30 de octubre de 2012

La naturaleza de la convicción de pecado


Leer | JUAN 16.7-11

Jesús aseguró a sus discípulos que les convenía que Él se fuera para que el Consolador pudiera venir a ellos (Jn 16.7). Dios lo envía para convencer a las personas de su pecado. Puesto que el Espíritu Santo no está limitado por el tiempo o el espacio, puede llegar a cada persona. Sin embargo, su obra es distinta en relación con los creyentes y los no creyentes.

En cuanto a los no creyentes, el Espíritu de Dios penetra su corazón y trae a su conciencia que han hecho lo malo. Les revela que, según las normas divinas, han pecado y están condenados por sus transgresiones. La incredulidad es el mayor pecado contra Dios, y por eso cada pinchazo del corazón tiene el propósito de señalar su necesidad del Salvador.

Con relación a los creyentes, el Espíritu Santo trata con ellos en base a su relación con Jesucristo, y los convence de su desobediencia a Él. En otras palabras, nos hace conscientes de pecados específicos, y de la actitud del Señor en cuanto a ellos. Pero Él también nos impulsa a arreglar cuentas con Cristo por nuestro pecado, confesándolo y arrepintiéndonos.

Una tarea importante del Espíritu Santo, es producir convicción de pecado en los creyentes, pero Él también se goza en hacerlos conscientes de la complacencia del Señor. Dios alaba la vida recta, la obediencia y las acciones de amor en su nombre.

Aunque la convicción de pecado es con frecuencia incómoda, tanto para los incrédulos como para los creyentes, es también una hermosa demostración del amor de Dios. Él desea ponernos en el centro de su voluntad y guardarnos allí. El trabajo del Espíritu Santo hace eso posible, si elegimos obedecer.

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