Leer | 2 CORINTIOS 1.18-22
La vida cristiana descansa en el fundamento de las promesas de Dios para hoy y para el futuro. Podemos confiar en todo lo que nuestro Padre celestial ha dicho porque su Palabra enseña que Él es...
Veraz. El Señor sabe lo que es verdad y habla rectamente en todo. Podemos tener por seguro esto, que Dios es santo; en Él no hay ningún pecado. Es también omnisciente; lo sabe todo (He 4.12, 13). Sus promesas se basan en su conocimiento y su verdad infinitos.
Fiel. La Biblia compara al Señor con un pastor que “recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a su pecho” (Is 40.11 NVI). Lo que Él ha planeado para nosotros lo llevará a buen término (Ro 8.28). Nuestro Padre celestial no cambia en sus intenciones o en su voluntad.
Amoroso. El amor de Dios por nosotros fue demostrado en la cruz. Envió a su Hijo Jesucristo a morir crucificado, para recibir el castigo por nuestros pecados. El Salvador experimentó la ira de Dios contra la iniquidad, de modo que pudiéramos conocer su amor. Esta es la prueba suprema del amor que Él nos tiene.
Todopoderoso. El poder divino creó al mundo y levantó al Salvador de la tumba; por eso sabemos que Dios tiene el poder de llevar a cabo todos sus planes. Nuestro Padre omnipotente tiene la capacidad de cumplir cada una de sus promesas.
Una promesa tiene valor solo si quien la hace es de carácter confiable y tiene la capacidad de cumplirla. Nuestro Padre celestial es veraz, fiel, amoroso y todopoderoso. Podemos basar toda nuestra vida en sus promesas, confiados en saber que Él hará exactamente lo que ha dicho.
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Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser Santificados en la verdad (Juan 17:19). La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como co-herederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo.
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