¿Qué clase de Cristo queremos escuchar hoy?
Porque si somos honestos, muchos de nosotros ya tenemos un Jesús diseñado a la medida de nuestras expectativas. Queremos un Cristo que nos diga: “Sígueme y tendrás éxito, sígueme y nunca te faltará nada, sígueme y viajarás cómodo”. Pero el Cristo verdadero nunca predicó eso. El Cristo verdadero nunca negoció la cruz por la comodidad.
Cuando alguien vino a Él con una vida aparentemente impecable, con un currículum religioso impecable, con cuentas bancarias llenas, Jesús no le dijo: “Fantástico, ven a financiar mi ministerio”. Le dijo: “Una sola cosa te falta: suéltalo todo y sígueme”. Y ese hombre se fue triste, porque la riqueza estaba más clavada en su corazón que el deseo de Dios.
“Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” — Mateo 6:21
Y aquel joven no podía mover su tesoro del bolsillo al cielo.
El costo del seguimiento
Otro se acercó, lleno de pasión, con frases heroicas: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Y Cristo, que jamás maquilló la verdad, le respondió: “Las zorras tienen guaridas, las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza”. En otras palabras: “¿Me quieres seguir? Bien, pero entiéndelo: no te prometo estabilidad terrenal, te prometo eternidad. No te ofrezco lujo, te ofrezco cruz. ¿Estás dispuesto?” Y aquel también se fue.
“El Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza.” — Lucas 9:58
Otro vino con excusas más sutiles: “Déjame primero enterrar a mi padre”. No era un funeral. Era un negocio pendiente, una herencia que todavía no había llegado. Era decir: “Quiero seguirte, pero déjame arreglar mis prioridades primero. Después te entrego lo que sobra de mi vida”. Y Jesús le contestó con una frase tajante:
“Deja que los muertos entierren a sus muertos, y tú ve y anuncia el Reino de Dios.” — Lucas 9:60
¡Qué radical! Jesús no busca seguidores de calendario, que lo aman según la agenda. Él busca discípulos que digan: “Tú eres primero, todo lo demás después”.
Y otro más quiso organizar su propia despedida, su fiesta, su plan personal. Pero Jesús le respondió:
“Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el Reino de Dios.” — Lucas 9:62
Porque el Reino no se sigue con un pie en la cruz y otro en la comodidad, con un ojo en el cielo y otro en el pasado. O todo o nada.
La radiografía del corazón
¿Se dan cuenta de algo? Uno tras otro se fueron entristecidos. Y eso es lo que hoy pasa también. Muchos entran en iglesias buscando un Cristo que dé coronas sin cruz, un Cristo que dé prosperidad sin sacrificio, un Cristo que dé gloria sin obediencia. Pero el Cristo verdadero no vino a cumplir caprichos, vino a salvar almas.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” — Lucas 9:23
Ese es el Evangelio que quiebra orgullos, que incomoda al ego, que rompe las cadenas del apego. Ese es el Cristo que nos hace libres, no el que simplemente nos entretiene.
Escucha bien:
- El joven rico tenía religión, pero no tenía entrega.
- El entusiasta tenía emoción, pero no tenía perseverancia.
- El heredero tenía planes, pero no tenía prioridad.
- El de la fiesta tenía intención, pero no tenía decisión.
Todos se fueron. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?
Porque si hoy Cristo entrara en este lugar y te mirara a los ojos, no vendría a negociar tus condiciones. Vendría a preguntarte:
“¿Me amas más que a todo lo demás? ¿Estás dispuesto a soltar lo que te ata para seguirme?”
El Reino no se sostiene con simpatizantes, se sostiene con discípulos. Y la diferencia no está en lo que dicen los labios, sino en lo que hace el corazón.
Así que hoy te dejo este reto: No pongas tu mirada en la corona sin la cruz. No pongas tu esperanza en un Evangelio de ofertas y promociones. Pon tu corazón en Aquel que te llama a morir para vivir, a perder para ganar, a renunciar para heredar lo eterno.
Porque al final, los que dijeron “sí” y lo dejaron todo, esos fueron los que transformaron el mundo. Y los que se fueron tristes, quedaron en el olvido.
La pregunta es: ¿en qué lista vas a quedar tú?
No hay comentarios:
Publicar un comentario