domingo, 5 de octubre de 2025

Menos ruido, más rendición

Menos ruido, más rendición

“Menos ruido, más rendición”

“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.” — Mateo 15:8


Vivimos en tiempos donde abundan las voces, las opiniones, los debates y los juicios dentro y fuera de la iglesia. Muchos hablan en nombre de Dios, pero pocos viven rendidos a Él. Jesús no nos llamó a ser un ruido más entre las multitudes, sino una luz que brille en medio de la oscuridad. No necesitamos más cristianos ruidosos; necesitamos más cristianos transformados.

1. El peligro del cristianismo sin rendición

"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos." — Mateo 7:21–23

No basta con pronunciar el nombre de Cristo, ni con parecer piadoso. Hay quienes hacen “ruido espiritual”, pero sus corazones permanecen cerrados a la obediencia. Dios no busca emoción vacía, busca entrega real.

Un cristiano ruidoso puede conocer versículos, cantar, debatir o publicar mensajes religiosos, pero si su corazón no se humilla ante el Señor, está construyendo sobre arena. (ver también Mateo 7:26)

2. Más preocupación por nuestro arrepentimiento que por el ajeno

"¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ti la viga que está en tu propio ojo?... ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano." — Mateo 7:3–5

El creyente maduro no gasta su energía criticando a los demás, sino permitiendo que el Espíritu Santo lo corrija cada día. La santidad comienza en el corazón, no en la lengua. Mientras más consciente eres de tu necesidad de gracia, menos tiempo tendrás para juzgar a otros.

El verdadero arrepentimiento no es una emoción pasajera, es un cambio de dirección. Es reconocer que mi peor enemigo no es el mundo, sino mi propio corazón sin rendir.

3. Dios conoce el corazón… y por eso exige cambio

"Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón..." — Jeremías 17:9–10

Dios no solo lo conoce, lo evalúa. Lo pesa. Y cuando encuentra orgullo, autojustificación o hipocresía, llama al arrepentimiento. Por eso David clamaba:

"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí." — Salmo 51:10

El cristiano rendido no teme reconocer su debilidad, porque sabe que en su debilidad se perfecciona el poder de Cristo (ver 2 Corintios 12:9).

4. Lo que realmente transforma: la gracia y el amor de Cristo

"¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" — Romanos 2:4

Ninguna transformación genuina ocurre por presión o por juicio, sino por la gracia que sana. El amor de Cristo no solo perdona; restaura, limpia y capacita. Cuando comprendemos esa gracia, dejamos de ser críticos y comenzamos a ser compasivos. Dejamos de hablar tanto, y empezamos a vivir lo que hablamos.

5. Un llamado a volver a la esencia del Evangelio

El Evangelio no necesita más defensores airados, sino más imitadores de Cristo. Jesús lavó pies, no reputaciones. Jesús sanó heridas, no egos. Jesús amó a los pecadores, pero nunca justificó el pecado.

"Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús... se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo... y se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." — Filipenses 2:5–8

Un cristiano rendido no busca tener razón, busca tener el corazón de Cristo.

El mundo no necesita más ruido religioso. Necesita el testimonio silencioso pero poderoso de vidas transformadas. Necesita hombres y mujeres que oren más de lo que opinan, que amen más de lo que juzgan, que sirvan más de lo que critican.

Porque el Evangelio no se demuestra con palabras fuertes, sino con corazones rendidos. Y cuando el corazón del creyente se rinde completamente, el mundo no escucha ruido… escucha a Cristo.

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