Dios y el dolor
Hay momentos en la vida en los que sentimos un silencio tan profundo que parece que Dios se ha ido. Esas etapas donde todo pesa, donde las oraciones no tienen respuesta y donde el corazón se pregunta si sigue siendo escuchado. Esa sensación es real. Es dura. Es desconcertante. Pero justamente ahí, en ese lugar que parece vacío, ocurre una de las obras más profundas de Dios.
«¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?»
Salmo 13:1
David también se sintió así. Y, aun así, siguió hablando con Dios en medio de su silencio.
Porque la cercanía de Dios no siempre se experimenta como emoción o como claridad. A veces se experimenta como un desierto espiritual. Y no porque Él quiera lastimarte, sino porque en el dolor se purifica lo que en la comodidad jamás saldría a la luz. El dolor, aunque nadie lo quiere, es un instrumento que Dios transforma en crecimiento, en carácter y en visión.
«En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora… tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe… sea hallada en alabanza.»
1 Pedro 1:6-7
«Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.»
Romanos 5:3-4
Hay situaciones que parecen castigos, pero terminan revelándose como salvación. Circunstancias que lucen como abandono, pero en realidad son protección. Puertas que se cierran no para destruirte, sino para evitar que entres en algo que más adelante te haría daño. Dios permite ciertos procesos porque conoce tu capacidad, ve tu futuro y sabe el potencial que Él mismo puso en ti.
«Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.»
Romanos 8:28
«Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.»
Isaías 55:8
«Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros… pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.»
Jeremías 29:11
La obediencia en medio de la prueba no solo mantiene viva la fe, la multiplica. Cada vez que decides seguir confiando aunque no entiendas, tu fe se fortalece. Cada vez que eliges permanecer aunque duela, te estás preparando para recibir algo mayor. Y cuando ese proceso termina, no solo llegan bendiciones externas; llega algo mucho más valioso: una relación más profunda con Dios. Una relación que antes no tenías. Una comprensión que antes no existía. Una madurez que solo nace en los lugares donde Él te moldea.
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.»
Santiago 1:2-3
«Mas el Dios de toda gracia… después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.»
1 Pedro 5:10
«Jehová está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.»
Salmo 34:18
Muchas veces creemos que conocemos a Dios, hasta que pasamos por algo que revela quién es de verdad. Entonces entendemos que incluso lo que parecía lo peor se convirtió en lo mejor que pudo pasar.
«De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.»
Job 42:5
Job, después del dolor, conoció a Dios de una manera que antes no conocía. El dolor no fue el final de su historia, sino la puerta a una revelación más profunda.
Al final, los momentos más difíciles suelen ser los que abren la puerta a las temporadas más llenas de propósito. Y cuando todo pase, verás que no estabas siendo destruido: estabas siendo formado. Que no estabas siendo abandonado: estabas siendo acompañado de una manera que tus emociones no podían percibir. Y que, después de la prueba, lo que llega no es solo restauración, sino multiplicación.
«Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos.»
2 Corintios 4:8-9
«Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás.»
Isaías 43:2
«Y Jehová restituyó a Job todo lo que había perdido… y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.»
Job 42:10
Porque lo más grande que Dios te puede dar no es una bendición material, sino una cercanía con Él que antes no tenías. Y eso vale más que cualquier cosa.
«¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.»
Salmo 73:25
«Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.»
Filipenses 3:8
«En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.»
Salmo 16:11
Si hoy atraviesas dolor, no estás solo. Puede que tus emociones no lo sientan, pero la Palabra asegura que Dios está cercano, que tiene propósito en medio de lo que no entiendes y que, cuando todo pase, te dará algo mucho más grande que una simple solución: una relación más profunda con Él.
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