viernes, 30 de diciembre de 2011

El costo de ser discípulo

Leer | MATEO 10.24-42 

La salvación es un regalo de Dios que nos llega por la fe en su Hijo. Jesús hizo todo lo necesario para lograr nuestro perdón y la reconciliación con el Padre. No podemos agregar nada a este arreglo; nuestra tarea es simplemente creer.
Pero, a partir de este punto, cada uno de nosotros debe tomar una decisión. ¿Seguiremos a Jesús, o viviremos despreocupadamente haciendo lo que queremos? Si usted limita su cristianismo al simple hecho de sentarse en un banco los domingos por la mañana, estará desaprovechando la aventura más fantástica de su vida. Ser un discípulo de Cristo exige que estemos involucrados activamente en nuestra relación con Él y en el servicio a los demás.
Jesús nunca pintó un panorama color de rosa cuando llamó a las personas a seguirle. Dijo muy claramente que convertirse en su seguidor exigiría abnegación, sacrificio y sufrimiento. Con esta descripción del trabajo, no es de extrañar el porqué muchos creyentes han tratado de hacer del cristianismo un deporte para espectadores.
Seguir a Jesús significa que Él dirige nuestras vidas —de eso se trata el morir al yo personal. Renunciamos a nuestros deseos, y nos sometemos a su voluntad, aunque sea difícil o no esté de acuerdo con nuestra preferencia. Si usted no comprende cuán bueno, tierno y sabio es nuestro Dios, andar en su voluntad puede parecer intimidante o incluso absurdo.
Quienes se niegan a sí mismos para seguir a Cristo, descubren que no pierden nada y lo ganan todo. Aun en medio del dolor y el sufrimiento, Él da a sus discípulos la paz interior y el gozo que trasciende a las circunstancias. ¿Está usted siguiendo la voluntad de Dios o la suya?

No hay comentarios:

Publicar un comentario