Solo los vivos pueden seguir a Cristo
No es una crítica solo un llamado a examinarse espiritualmente. Que el Espíritu Santo nos ayude y sostenga.
Solo quien ha recibido la vida de Cristo puede seguirle de verdad, porque sin nuevo nacimiento, todo esfuerzo espiritual es obra de muertos.
Hay una verdad espiritual que muchas veces se pasa por alto en la vida cristiana: no se puede seguir a Cristo si uno no ha recibido primero Su vida. Y eso no es solo una metáfora bonita, es una realidad radical. El cristianismo no empieza con un compromiso, ni con una decisión humana, ni con un cambio de comportamiento. Comienza con una resurrección interior.
Imagina un campo lleno de cadáveres. Da igual cuánto se les hable, se les enseñe, o incluso se les pida que se levanten y sirvan. Los muertos no responden. No oyen, no ven, no caminan, no pueden seguir a nadie. Pero si entre ellos Jesús llama a dos por su nombre y les da vida, esos dos sí podrán levantarse y seguirle. ¿Por qué? Porque han sido vivificados. No porque sean más nobles o más decididos, sino porque han recibido la vida de Aquel que tiene poder para darla.
Eso es lo que muchos han olvidado al mirar la iglesia. Nos maravillamos con la actividad: gente sirviendo, viajando, predicando, construyendo. Pero la pregunta no es qué hacemos, sino quiénes somos. Porque hay quienes hacen mucho… pero no han nacido de nuevo. Y eso se revela con el tiempo, especialmente cuando viene la crisis.
Cuando todo va bien, es fácil parecer cristiano. Pero en la dificultad, en la prueba, en la ofensa, se revela si hay realmente la vida de Cristo o solo un esfuerzo religioso. El que ha nacido del Espíritu puede tropezar, sí, pero su reacción será volver a Cristo, depender de Él, crecer. El que no ha nacido de nuevo se ofende, se aparta, critica, divide. Porque su raíz no está en Cristo, sino en su carne.
El verdadero cristianismo no es una religión de actividades, sino una vida que se manifiesta. Y esa vida tiene un fruto. No hablo de logros ni de números, sino del fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio (Gálatas 5:22-23). Este fruto no se finge. No se produce con voluntad humana. Brota de una vida que ha sido transformada desde adentro.
Por eso, muchos se cansan, muchos se frustran, muchos abandonan. No porque Dios les falló, sino porque nunca fueron vivificados por Él. Hicieron cosas por Dios sin tener Su naturaleza. Y eso, tarde o temprano, se desmorona.
La iglesia no fue diseñada como una empresa de servicio. Es un cuerpo vivo, habitado por Cristo mismo. No es la suma de voluntades humanas que quieren portarse bien. Es la manifestación visible de la vida invisible del Hijo de Dios en personas que han muerto a sí mismas y han sido resucitadas con Él.
Y eso lo cambia todo.
No se trata de hacer más, ni de parecer mejores. Se trata de nacer de nuevo, y de que a partir de esa nueva vida, todo lo demás —el servicio, el carácter, la obediencia, la misión— fluya como fruto, no como esfuerzo humano.
Porque seguir a Cristo no es cuestión de fuerza de voluntad. Es el resultado natural de estar vivo en Él.
¿A qué llama este mensaje?
Este mensaje es, en esencia, un llamado al nuevo nacimiento genuino.
Más específicamente, es un llamado a:
- Examinarse espiritualmente: No dar por sentado que alguien es cristiano solo por sus obras, palabras o servicio. Invita a preguntarse: ¿He nacido de nuevo? ¿Cristo vive en mí?
- Dejar la religiosidad sin vida: Abandonar un cristianismo de apariencia, esfuerzo humano o tradición, para buscar una transformación real por el Espíritu Santo.
- Volver a lo esencial: Recordar que lo central en la vida cristiana no es lo que hacemos, sino lo que somos en Cristo. El enfoque no está en la actividad, sino en la vida interior.
- Discipular desde la vida, no desde la forma: Advierte a líderes y creyentes a no tratar de formar discípulos sin asegurarse primero de que han nacido del Espíritu.
- Buscar el fruto del Espíritu como evidencia de vida: Señala que el verdadero seguidor de Cristo manifiesta el carácter de Jesús, no simplemente su doctrina o su agenda.
En resumen: Es un llamado urgente a dejar de vivir en el esfuerzo de la carne y a clamar por el milagro de la vida nueva en Cristo. Porque sólo los que están vivos en Él pueden seguirle de verdad.
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