Dios y el dolor

Dios y el dolor Dios y el dolor Hay momentos en la vida en los que sentimos un silencio tan profun...

23/11/25

Dios y el dolor

Dios y el dolor

Dios y el dolor

Hay momentos en la vida en los que sentimos un silencio tan profundo que parece que Dios se ha ido. Esas etapas donde todo pesa, donde las oraciones no tienen respuesta y donde el corazón se pregunta si sigue siendo escuchado. Esa sensación es real. Es dura. Es desconcertante. Pero justamente ahí, en ese lugar que parece vacío, ocurre una de las obras más profundas de Dios.

«¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?»

Salmo 13:1

David también se sintió así. Y, aun así, siguió hablando con Dios en medio de su silencio.


Porque la cercanía de Dios no siempre se experimenta como emoción o como claridad. A veces se experimenta como un desierto espiritual. Y no porque Él quiera lastimarte, sino porque en el dolor se purifica lo que en la comodidad jamás saldría a la luz. El dolor, aunque nadie lo quiere, es un instrumento que Dios transforma en crecimiento, en carácter y en visión.

«En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora… tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe… sea hallada en alabanza.»

1 Pedro 1:6-7

«Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.»

Romanos 5:3-4

Hay situaciones que parecen castigos, pero terminan revelándose como salvación. Circunstancias que lucen como abandono, pero en realidad son protección. Puertas que se cierran no para destruirte, sino para evitar que entres en algo que más adelante te haría daño. Dios permite ciertos procesos porque conoce tu capacidad, ve tu futuro y sabe el potencial que Él mismo puso en ti.

«Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.»

Romanos 8:28

«Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.»

Isaías 55:8

«Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros… pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.»

Jeremías 29:11

La obediencia en medio de la prueba no solo mantiene viva la fe, la multiplica. Cada vez que decides seguir confiando aunque no entiendas, tu fe se fortalece. Cada vez que eliges permanecer aunque duela, te estás preparando para recibir algo mayor. Y cuando ese proceso termina, no solo llegan bendiciones externas; llega algo mucho más valioso: una relación más profunda con Dios. Una relación que antes no tenías. Una comprensión que antes no existía. Una madurez que solo nace en los lugares donde Él te moldea.

«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.»

Santiago 1:2-3

«Mas el Dios de toda gracia… después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.»

1 Pedro 5:10

«Jehová está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.»

Salmo 34:18

Muchas veces creemos que conocemos a Dios, hasta que pasamos por algo que revela quién es de verdad. Entonces entendemos que incluso lo que parecía lo peor se convirtió en lo mejor que pudo pasar.

«De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.»

Job 42:5

Job, después del dolor, conoció a Dios de una manera que antes no conocía. El dolor no fue el final de su historia, sino la puerta a una revelación más profunda.


Al final, los momentos más difíciles suelen ser los que abren la puerta a las temporadas más llenas de propósito. Y cuando todo pase, verás que no estabas siendo destruido: estabas siendo formado. Que no estabas siendo abandonado: estabas siendo acompañado de una manera que tus emociones no podían percibir. Y que, después de la prueba, lo que llega no es solo restauración, sino multiplicación.

«Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos.»

2 Corintios 4:8-9

«Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás.»

Isaías 43:2

«Y Jehová restituyó a Job todo lo que había perdido… y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.»

Job 42:10

Porque lo más grande que Dios te puede dar no es una bendición material, sino una cercanía con Él que antes no tenías. Y eso vale más que cualquier cosa.

«¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.»

Salmo 73:25

«Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.»

Filipenses 3:8

«En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.»

Salmo 16:11

Si hoy atraviesas dolor, no estás solo. Puede que tus emociones no lo sientan, pero la Palabra asegura que Dios está cercano, que tiene propósito en medio de lo que no entiendes y que, cuando todo pase, te dará algo mucho más grande que una simple solución: una relación más profunda con Él.

Frutos, no espectáculo

Frutos, no espectáculo: discernir la verdadera obra del Espíritu en la iglesia

Frutos, no espectáculo: discernir la verdadera obra del Espíritu en la iglesia

La manifestación auténtica de la presencia de Dios en la comunidad cristiana siempre se reconoce por los frutos que produce, no por las sensaciones que despierta ni por el espectáculo que pueda generar. Jesús fue directo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). No caminamos por lo que vemos o sentimos, sino “por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7).

Cuando el Espíritu Santo obra de verdad en un creyente o en una iglesia, lo primero que se evidencia es la humildad: un corazón que se inclina, que sirve, que no busca protagonismo, que entiende que toda autoridad en el Reino es responsabilidad, no ventaja. Cristo mismo “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Filipenses 2:7) y enseñó que “el mayor de vosotros será vuestro servidor” (Mateo 23:11). La verdadera unción jamás coloca a las personas en una posición de dominio sobre otras; más bien, empuja al creyente a imitar a Cristo en su entrega y servicio. Por eso Pedro exhorta a los líderes a pastorear “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:3), y Jesús recordó que en su Reino “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Mateo 20:26).

Cuando se olvida la Palabra, se distorsiona la obra del Espíritu

No es raro que, en diferentes épocas, la iglesia enfrente distorsiones. Muchas veces estas distorsiones surgen porque el pueblo de Dios ha olvidado la importancia de la Palabra. El Señor lamenta: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6). Cuando la Biblia deja de ser el fundamento, cualquier discurso emocional o aparente “revelación” se vuelve convincente para quienes no conocen el consejo de Dios.

La Escritura afirma que “toda la Escritura es inspirada por Dios… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16–17). Si ese fundamento se debilita, el edificio espiritual se vuelve frágil, como la casa edificada sobre la arena (Mateo 7:26–27). Esta falta de formación bíblica abre la puerta a que voces sin verdadero fundamento espiritual se levanten con autoridad que no poseen, y que la congregación acepte como legítimas manifestaciones de Dios lo que en realidad no lo son. Por eso se nos exhorta: “Amados… no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” (1 Juan 4:1), y Pablo advierte que, aunque un ángel anunciara un evangelio diferente, debe ser rechazado (Gálatas 1:8).

La Palabra: cauce puro para la obra del Espíritu

La Palabra de Dios no es un accesorio en la vida espiritual; es el cauce por donde la obra del Espíritu fluye con pureza. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Cuando se pierde el cauce, el río se desborda. Del mismo modo, cuando la iglesia se aleja de la Escritura, las expresiones espirituales se desordenan, pierden discernimiento y pueden terminar dañando a quienes deberían edificar.

Dios no es Dios de caos, “porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:33), y su mandato es claro: “pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40). La revelación bíblica nos permite conocer el carácter, el propósito y la forma en que Dios actúa. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Y es desde ese conocimiento que podemos evaluar cualquier manifestación espiritual y reconocer si proviene verdaderamente del Señor, recordando que las Escrituras dan testimonio de Cristo (Juan 5:39) y que Dios nos ha hablado “por el Hijo” (Hebreos 1:1–2).

Una comunidad sin élites: liderazgo como servicio

Además, una iglesia guiada por el Espíritu entiende que su estructura no está diseñada para crear élites espirituales ni castas de poder. Jesús dijo: “Vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23:8). El evangelio establece una comunidad horizontal, formada por gente redimida en la misma sangre, donde ninguno es más valioso que otro y donde el liderazgo es simplemente una extensión del servicio.

En Cristo “no hay judío ni griego… porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Hemos sido comprados “de todo linaje y lengua y pueblo y nación” por la misma sangre (Apocalipsis 5:9). En el Reino, grande es el que se hace pequeño, y el que ocupa lugar de autoridad es el primero en poner la mesa para otros, siguiendo el ejemplo del Maestro que lavó los pies de sus discípulos: “ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).

La huella del Espíritu: carácter de Cristo, no dependencia humana

La verdadera obra del Espíritu Santo en una congregación reproduce el carácter de Cristo: mansedumbre, compasión, entrega, amor sacrificial. Es el fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22–23). No busca rehenes emocionales ni personas dependientes de figuras humanas, sino hijos libres que dependen exclusivamente del Padre. “Para libertad nos libertó Cristo” (Gálatas 5:1), y “no habéis recibido el espíritu de esclavitud… sino el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).

Por eso, una iglesia que quiere ver la manifestación genuina de Dios debe volver a la esencia: formación bíblica sólida, discernimiento espiritual maduro y una visión de servicio que refleje a Cristo. La madurez espiritual se evidencia en quienes, “por el uso, tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14), mientras la Palabra de Cristo mora abundantemente en la comunidad (Colosenses 3:16).

Cuando Cristo es el centro, la iglesia se vuelve luz al mundo

Cuando esto ocurre, la iglesia deja de ser un escenario de discursos vacíos o manifestaciones inmaduras y se convierte en una comunidad que muestra al mundo la imagen del Hijo, creciendo “en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15). El propósito es que el cuerpo sea edificado en amor (Efesios 4:16) y que el mundo reconozca a los discípulos por su amor mutuo (Juan 13:35).

Así, la iglesia vive para servir, crecer y preparar a las generaciones que vienen, obedeciendo el mandato de transmitir la fe: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2; cf. Salmo 78:4). Porque la iglesia no es propiedad de los líderes, sino de Dios: fue comprada “con su propia sangre” (Hechos 20:28), y Cristo es quien edifica su iglesia (Mateo 16:18).

Y cuando se le devuelve al Señor lo que es suyo —el centro, la gloria, la dirección—, su gloria vuelve a brillar con autenticidad y poder transformador. El llamado sigue siendo: “Acuérdate… arrepiéntete, y haz las primeras obras” (Apocalipsis 2:5), confiando en que, cuando su pueblo se humilla, ora y vuelve su rostro a Dios, Él oye, perdona y sana (2 Crónicas 7:14). Entonces la iglesia se convierte en un testimonio vivo de la gloria de Dios en medio de un mundo necesitado de ver a Cristo, no solo en palabras, sino en vida.

El Verbo se hizo carne

Estudio teológico de Juan 1:1–28

Estudio teológico de Juan 1:1–28

1. Contexto y estructura básica

Contexto del evangelio de Juan

  • Evangelio escrito para suscitar fe en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios (Jn 20:31).
  • Muy teológico y simbólico: luz/tinieblas, vida/muerte, arriba/abajo, verdad/mentira…
  • El prólogo (1:1–18) es como un “himno cristológico”, y 1:19–28 introduce el testimonio de Juan el Bautista.

Estructura de Juan 1:1–28

  • 1:1–5 – El Logos eterno: preexistencia y deidad del Hijo.
  • 1:6–8 – Juan el Bautista como testigo, no como luz.
  • 1:9–13 – La Luz verdadera, el rechazo y la acogida.
  • 1:14–18 – La encarnación: gloria, gracia y verdad.
  • 1:19–23 – El testimonio de Juan sobre su propia identidad.
  • 1:24–28 – Juan señala al que viene: “en medio de vosotros está…”

2. Juan 1:1–5 – El Logos eterno

“En el principio era el Verbo (Logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…”

Ideas teológicas clave

1) “En el principio”

  • Remite directamente a Génesis 1:1.
  • Jesús (el Verbo) está antes de la creación: preexistencia del Hijo.

2) “El Verbo era con Dios” (pros ton Theon)

  • Hay distinción de personas: el Verbo no es el Padre, pero está en comunión eterna con Él.
  • Aquí se ve ya la semilla de la doctrina trinitaria: un solo Dios, más de una Persona.

3) “El Verbo era Dios”

  • No dice “un dios”, ni “divino” simplemente: afirma la deidad plena del Verbo.
  • El Hijo comparte la misma naturaleza divina que el Padre.

4) “Todas las cosas por él fueron hechas”

  • Cristo es mediador de la creación.
  • No es una criatura elevada: es el Creador a través del cual existe todo.

5) “En él estaba la vida… la luz de los hombres… la luz en las tinieblas”

  • Jesús es fuente de vida (no solo física, sino eterna).
  • Es luz: revelación, verdad, pureza en medio de un mundo en tinieblas (pecado, ignorancia, engaño).
  • “Las tinieblas no prevalecieron” indica la victoria segura de Cristo sobre el mal.

Aplicación: La fe cristiana no empieza en Belén, sino en la eternidad: seguir a Jesús es seguir al Dios eterno hecho carne, no a un simple maestro moral.

3. Juan 1:6–8 – Juan el Bautista, el testigo

“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan…”

Teología del testimonio

Juan es enviado de Dios, pero es “un hombre”: contrasta con el Verbo eterno. Su misión es dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Se enfatiza que “no era la luz, sino para que diese testimonio de la luz”.

Teológicamente, esto subraya:

  • La centralidad de Cristo: la fe no gira en torno al mensajero.
  • La dignidad y humildad de la misión humana: Dios usa hombres para señalar a Cristo, pero no los confunde con Él.

Aplicación: Toda predicación, todo ministerio, toda iglesia existe para señalar a Cristo, no para construir su propia fama.

4. Juan 1:9–13 – Luz verdadera, rechazo y adopción

“Aquella luz verdadera… venía a este mundo… vino a lo suyo, y los suyos no le recibieron…”

Temas teológicos

1) Luz verdadera que alumbra a todo hombre

  • Cristo es la revelación plena y definitiva de Dios.
  • “A todo hombre”: dimensión universal de la revelación (aunque no todos respondan con fe).

2) Rechazo

  • “En el mundo estaba… el mundo por él fue hecho… pero el mundo no le conoció.”
  • “Vino a lo suyo (Israel)… y los suyos no le recibieron.”
  • Hay una ceguera espiritual: el Creador es rechazado por su propia creación.

3) Acogida y nueva identidad

  • “A todos los que le recibieron… les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
  • No es solo creer doctrinas: es recibir a la Persona del Hijo.
  • Ser “hijo de Dios” aquí es una realidad espiritual y relacional, distinta de la creación general.

4) Nuevo nacimiento (anticipación de Juan 3)

  • “No de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
  • El origen de esta nueva vida no es biológico, ni cultural, ni voluntarismo humano: es obra soberana de Dios.

Aplicación: La verdadera identidad cristiana no depende de tradición familiar o cultura, sino de haber recibido a Cristo y haber nacido de Dios.

5. Juan 1:14–18 – La encarnación: gloria, gracia y verdad

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”

Claves teológicas

1) “El Verbo fue hecho carne”

  • No deja de ser Dios, pero asume plena humanidad.
  • Contra cualquier idea de un Jesús “aparente” (docetismo): la carne es real.

2) “Habitó” (literalmente “tabernaculizó”)

  • Evoca el tabernáculo del AT, donde Dios habitaba en medio de su pueblo.
  • Jesús es la presencia de Dios en medio de la humanidad, reemplazando y cumpliendo el tabernáculo/templo.

3) Gloria, gracia y verdad

  • “Vimos su gloria” → gloria del Hijo unigénito del Padre.
  • “Lleno de gracia y de verdad” → contrasta con la ley:
    • “La ley por medio de Moisés fue dada; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.”
  • No es que la ley fuese mala, sino provisional: Cristo trae la plenitud de la revelación y de la salvación.

4) Dios dado a conocer

  • “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo… él le ha dado a conocer.”
  • Jesús es la revelación perfecta del Padre: ver al Hijo es ver al Padre.

Aplicación: Para conocer cómo es Dios de verdad, el centro es Jesús: su carácter, sus obras, su cruz, su resurrección.

6. Juan 1:19–23 – Identidad y misión de Juan el Bautista

“¿Tú quién eres?”

Las autoridades envían sacerdotes y levitas para interrogar a Juan.

Respuestas clave

1) Negativa triple de Juan

  • “No soy el Cristo.”
  • “¿Eres Elías?” → “No soy.” (no en sentido literal; Jesús lo identificará como el Elías “que había de venir” en sentido profético).
  • “¿Eres el profeta?” (alusión a Deut 18:15) → “No.”

2) Autodefinición bíblica

  • “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor…” (Isaías 40:3).
  • Juan se entiende a sí mismo como voz, no como Palabra; siervo, no Mesías.

Teológicamente, él encarna la actitud correcta del ministerio: claridad en la identidad y humildad ante Cristo.

7. Juan 1:24–28 – El que viene después… pero es antes

“En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis…”

Puntos teológicos

1) Juan frente a los enviados de los fariseos

  • Le preguntan por qué bautiza si no es el Cristo, ni Elías, ni el profeta.
  • Juan responde subrayando la superioridad absoluta de Jesús:
    “El que viene después de mí, es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.”

2) Cristo “después” y “antes”

  • “Después de mí” en el orden histórico (nace después, aparece después en el ministerio).
  • “Antes de mí” en dignidad y en eternidad (preexistencia divina).
  • De nuevo, se refuerza la deidad y preeminencia de Cristo.

3) Presencia ignorada

  • “En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis”.
  • Tensión teológica: Dios está presente en su Hijo, pero no es reconocido por las autoridades.

Aplicación: Es posible estar muy cerca de la actividad religiosa y, sin embargo, no conocer realmente a Cristo.

8. Síntesis teológica de Juan 1:1–28

1) Cristología alta

  • Jesús es el Verbo eterno, Dios verdadero, Creador, Luz y Vida.
  • Es al mismo tiempo verdadero hombre: el Verbo hecho carne.

2) Proto-trinitarismo

  • Distinción entre el Verbo y Dios, pero plena unidad en la deidad.
  • El Hijo en relación eterna con el Padre, revelándolo.

3) Revelación y salvación

  • Jesús es la revelación definitiva del Padre (gracia y verdad).
  • Recibirle por la fe conduce al nuevo nacimiento y a la adopción como hijos de Dios.

4) Eclesiología implícita

  • El pueblo de Dios se define no solo por la descendencia (Israel según la carne), sino por la fe en el Hijo.
  • El ministerio auténtico (como el de Juan) siempre apunta a Cristo, nunca a sí mismo.

5) Tensión luz/tinieblas

  • Cristo viene como luz al mundo, pero el mundo no le conoce.
  • Sin embargo, la luz no es vencida: la historia se encamina hacia la victoria de Cristo.

La resurrección

Fuentes externas sobre la resurrección de Jesucristo

Fuentes externas a la Biblia sobre la posible resurrección de Jesucristo

Fuera de la Biblia no tenemos ningún relato antiguo “neutral” que cuente la resurrección de Jesús como lo hacen los evangelios, pero sí hay fuentes externas que confirman:

  • que Jesús existió y fue ejecutado bajo Poncio Pilato, y
  • que muy pronto hubo gente convencida de que había resucitado y lo adoraba como a Dios.

1. Fuentes no cristianas

a) Flavio Josefo (historiador judío, finales del siglo I)

En su obra Antigüedades judías (18, 3, 3) aparece el llamado Testimonium Flavianum. En la versión tradicional se dice que, tras la crucifixión, Jesús se apareció vivo al tercer día.

La mayoría de los especialistas piensa que el texto que ha llegado está retocado por copistas cristianos, pero muchas reconstrucciones más sobrias mantienen al menos la idea de que Josefo sabía que los discípulos afirmaban haberlo visto vivo al tercer día.

En resumen, Josefo no da testimonio propio de la resurrección, pero sí de la predicación temprana de que Jesús se apareció vivo tras su muerte.

b) Tácito (historiador romano, hacia el año 116 d.C.)

En los Anales (15, 44), hablando de los cristianos perseguidos por Nerón, Tácito afirma que:

  • el nombre “cristianos” proviene de Cristo;
  • Cristo sufrió la pena capital bajo el emperador Tiberio y el procurador Poncio Pilato;
  • y que una “superstición” sofocada por un tiempo volvió a brotar en Judea y luego en Roma.

No menciona explícitamente la resurrección, pero esta “superstición” que renace suele entenderse como la fe en Cristo resucitado que impulsa el movimiento cristiano.

c) Plinio el Joven (gobernador romano, hacia el año 112 d.C.)

En una carta al emperador Trajano (Epístolas 10, 96) describe cómo se comportan los cristianos:

  • se reúnen en un día fijo antes del amanecer,
  • y “cantan un himno a Cristo como a un dios”.

De nuevo, no explica la resurrección, pero deja claro que, pocas décadas después de los hechos, Cristo es adorado como un ser divino vivo, algo que presupone la fe en su resurrección.

d) Mara bar-Serapion (filósofo estoico sirio, entre los siglos I–III)

En una carta a su hijo menciona a tres sabios injustamente eliminados: Sócrates, Pitágoras y “el sabio rey de los judíos”, ejecutado poco antes de la destrucción de Jerusalén. Dice que este “no murió del todo, porque vive en la enseñanza que dejó”.

La mayoría identifica a ese “rey sabio” con Jesús. No habla de resurrección literal, sino de que su influencia perdura; precisamente contrasta con la visión cristiana clásica de que Jesús vive mediante la resurrección, lo que muestra que se trata de una voz externa, no cristiana.

e) Otros ecos no cristianos

  • Suetonio: menciona disturbios en Roma por un tal “Chrestus” en tiempos de Claudio, probablemente relacionados con la predicación cristiana sobre Cristo.
  • Luciano de Samosata (siglo II): se burla de los cristianos por adorar a un “hombre crucificado” y creer en la inmortalidad, reflejando así la fe en un Cristo vivo.
  • Tradiciones talmúdicas posteriores: hablan de “Jesús el nazareno” ejecutado en vísperas de Pascua, pero sin aceptar la resurrección, y con tono polémico.

Ninguna de estas fuentes narra directamente la resurrección; lo que muestran es que ya era una creencia extendida entre los cristianos y que Jesús fue realmente ejecutado.

2. Escritos cristianos antiguos fuera del Nuevo Testamento

Si por “externa a la Biblia” entendemos también la literatura cristiana temprana no canónica, aquí sí hay afirmaciones directas de la resurrección.

a) 1 Clemente (Roma a Corinto, hacia el año 95 d.C.)

Esta carta, atribuida a Clemente de Roma, afirma que Dios dio pruebas de una futura resurrección al resucitar primero al Señor Jesucristo. Después usa ejemplos de la naturaleza (día/noche, la semilla, el ave fénix) como imágenes de resurrección.

Esto muestra que, unas décadas después de Pablo, la resurrección es ya doctrina central en la Iglesia.

b) Ignacio de Antioquía (hacia el año 110 d.C.)

En su carta a los Esmirniotas, Ignacio insiste contra quienes decían que todo fue aparente:

Sufrió realmente, como también realmente se resucitó a sí mismo; no como dicen algunos incrédulos, que sufrió sólo en apariencia.

Ignacio subraya que, tras la resurrección, Jesús seguía teniendo carne y que los discípulos lo tocaron. Para él, la resurrección corporal es un hecho histórico y de fe.

c) Policarpo de Esmirna (principios del siglo II)

En su Carta a los Filipenses y en el relato de su martirio se da por supuesto que:

  • Jesús murió realmente,
  • resucitó,
  • y los cristianos también resucitarán “de alma y cuerpo”.

Policarpo combate a quienes niegan la resurrección o el juicio, a los que presenta como falsos maestros.

3. ¿Qué aportan estas fuentes sobre la resurrección?

Resumiendo mucho:

  1. No hay un documento romano oficial que diga “consta que Jesús resucitó el día X”.
  2. Sí hay:
    • Confirmación independiente de que Jesús fue ejecutado bajo Poncio Pilato (Tácito, Josefo).
    • Testimonios de que sus discípulos proclamaban que se les apareció vivo al tercer día (Josefo, según la reconstrucción más aceptada del pasaje).
    • Evidencia de que, pocas décadas después, Cristo era adorado como Dios (Plinio) y de que esa fe se extendía por el Imperio (Tácito, otras menciones).
    • Escritos cristianos muy tempranos, fuera del Nuevo Testamento, que confiesan explícitamente la resurrección corporal (1 Clemente, Ignacio, Policarpo).

Desde la historia, lo que se puede afirmar con bastante consenso es:

  • Jesús existió y fue crucificado.
  • Inmediatamente después surgió un movimiento cuyos miembros creían sinceramente que se les había aparecido vivo y estaban dispuestos a sufrir y morir por esa fe.

Si esa experiencia se explica mejor por un milagro real, por visiones, por leyenda o por otras causas ya entra en el terreno de la interpretación filosófica y teológica, no sólo de la lista de documentos.

El cumplimiento

Profecías sobre Jesús, su cumplimiento y evidencias históricas

Profecías del Antiguo Testamento sobre Jesús y su cumplimiento

1. ¿Cuántas profecías hay sobre Jesús?

No existe una cifra oficial, pero muchos estudiosos hablan de unas 40–60 profecías mesiánicas claras cumplidas en Jesús. Si se añaden figuras y símbolos (tipología), se llega a más de 300 referencias en el Antiguo Testamento que apuntan a Él.

2. Principales profecías y su cumplimiento

Estas son algunas de las profecías más conocidas y su cumplimiento en el Nuevo Testamento:

  • Nacimiento de una virgen
    Profecía: Isaías 7:14 – “la virgen concebirá y dará a luz un hijo…”
    Cumplimiento: Mateo 1:22–23; Lucas 1:26–35
  • Nacimiento en Belén
    Profecía: Miqueas 5:2 – el gobernante de Israel saldrá de Belén
    Cumplimiento: Mateo 2:1–6; Juan 7:42
  • Descendiente de David
    Profecía: 2 Samuel 7:12–16; Jeremías 23:5
    Cumplimiento: Lucas 1:32–33; Romanos 1:3
  • Ministerio en Galilea
    Profecía: Isaías 9:1–2 – luz que resplandece en Galilea
    Cumplimiento: Mateo 4:13–16
  • Siervo sufriente que carga nuestros pecados
    Profecía: Isaías 53 (entero)
    Cumplimiento: Hechos 8:32–35; 1 Pedro 2:24–25
  • Traición por treinta piezas de plata
    Profecía: Zacarías 11:12–13
    Cumplimiento: Mateo 26:14–15; Mateo 27:3–10
  • Manos y pies traspasados, reparto de vestiduras
    Profecía: Salmo 22:16–18
    Cumplimiento: Juan 19:23–24; Mateo 27:35
  • Ningún hueso quebrado
    Profecía: Salmo 34:20; Éxodo 12:46 (cordero pascual)
    Cumplimiento: Juan 19:33–36
  • El Santo no verá corrupción (resurrección)
    Profecía: Salmo 16:10
    Cumplimiento: Hechos 2:25–32; Hechos 13:35–37
  • Hijo del Hombre exaltado y reinando
    Profecía: Daniel 7:13–14
    Cumplimiento: Mateo 26:64; Apocalipsis 1:7,13
  • Derramamiento del Espíritu Santo
    Profecía: Joel 2:28–32
    Cumplimiento: Hechos 2:16–21 (Pentecostés)
  • Piedra rechazada que llega a ser piedra angular
    Profecía: Salmo 118:22–23
    Cumplimiento: Mateo 21:42; Hechos 4:11; 1 Pedro 2:7

3. Fuentes históricas que mencionan a Jesús

Además del Nuevo Testamento, varios autores no cristianos de los siglos I–II mencionan a Jesús o a los cristianos, lo que respalda que Jesús existió realmente y fue ejecutado en tiempos de Poncio Pilato:

  • Flavio Josefo (historiador judío): habla de “Jesús, llamado Cristo” y menciona su ejecución y a su hermano Santiago.
  • Tácito (historiador romano): menciona a “Christus”, ejecutado bajo Poncio Pilato en tiempos del emperador Tiberio.
  • Plinio el Joven (gobernador romano): describe a cristianos que adoran a Cristo “como a un dios”.
  • Otros testimonios (Suetonio, Mara bar-Serapión, fuentes judías posteriores) confirman la existencia de Jesús y de sus seguidores.

4. Motivos históricos para tomar en serio la resurrección

Aun desde una mirada histórica, hay varios hechos ampliamente reconocidos que piden una explicación:

  • Crucifixión y muerte de Jesús: confirmadas por fuentes cristianas y no cristianas; es uno de los datos mejor establecidos.
  • Convicción de los discípulos: afirmaban haber visto al Resucitado, hasta el punto de arriesgar su vida por ello (1 Corintios 15:3–8 recoge una tradición muy temprana).
  • Predicación en Jerusalén y tumba vacía: el anuncio de la resurrección surge precisamente donde Jesús fue crucificado y enterrado, y desde muy pronto se habló de la tumba vacía.
  • Cambio en los discípulos y nacimiento de la Iglesia: un grupo asustado y disperso pasa a ser una comunidad que proclama con valentía que Jesús vive y reina, y esto transforma el mundo mediterráneo en pocas décadas.

La fe cristiana entiende que la explicación más coherente de este conjunto de datos es precisamente la que proclamaban los primeros testigos: Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y en Él se cumplen las promesas del Antiguo Testamento.

Bibliografía sobre el Jesús histórico

Es imposible listar todo lo que se ha escrito sobre el Jesús histórico (son miles de títulos), pero aquí tienes una selección representativa y muy utilizada en estudios: primero en español y luego en inglés/internacional.

En español

En inglés / internacional

Profecías sobre Jesús

Profecías del Antiguo Testamento sobre Jesús

Profecías del Antiguo Testamento sobre Jesús

1. ¿Cuántas profecías escritas existen sobre Jesús?

No hay una cifra única y universalmente aceptada, y es importante tenerlo claro desde el principio.

  1. Profecías directas y claras sobre el Mesías
    Si hablamos de textos explícitamente mesiánicos (por ejemplo Isaías 7, 9, 53; Miqueas 5; Salmo 22; Salmo 110; Zacarías 9, 11, 12, etc.), muchos estudiosos manejan un número en torno a 40–60 profecías principales que se cumplen de forma muy clara en Jesús.
  2. Profecías + figuras + sombras (tipología)
    Si se incluyen también tipos, sombras y figuras (Adán, José, Jonás, el cordero pascual, el sistema sacrificial, el tabernáculo, la serpiente de bronce, David como tipo de rey, etc.), el número sube mucho. En apologética evangélica popular se suele hablar de más de 300 profecías y referencias del Antiguo Testamento que apuntan a Jesús, sumando tanto las directas como las indirectas.
  3. Por qué no se puede dar un número exacto
    No todos los intérpretes cuentan lo mismo:
    • Algunos solo cuentan las profecías directas.
    • Otros incluyen todo pasaje que el Nuevo Testamento aplica a Cristo, aunque en el contexto original fuera más amplio.
    • Otros suman también paralelos y figuras que no son “profecía” en sentido estricto, pero sí anuncio tipológico.

Lo que sigue es una lista amplia de las profecías más reconocidas como cumplidas en Jesús, centrada sobre todo en las más claras y directas, ordenadas por libros del Antiguo Testamento.


2. Listado de profecías mesiánicas por libros

Génesis – De la caída a la promesa

  • Protoevangelio: la simiente que vence a la serpiente — Génesis 3:15
  • Descendencia de Abraham que bendecirá a todas las naciones — Génesis 12:3; 18:18; 22:18
  • Línea de Isaac (no Ismael) para la promesa — Génesis 17:19; 21:12
  • Bendición a todas las familias a través de la descendencia de Jacob — Génesis 28:14
  • Cetro y gobierno eterno desde Judá — Génesis 49:10

Éxodo – Levítico – Números – Deuteronomio

  • Cordero pascual sin defecto cuya sangre libra del juicio — Éxodo 12:3–13, 46
  • Maná del cielo que sostiene al pueblo (figura del Pan de Vida) — Éxodo 16:4, 15
  • Roca herida que da agua al pueblo (Cristo, roca espiritual) — Éxodo 17:6; Números 20:7–11
  • Estrella de Jacob y cetro que se levanta en Israel — Números 24:17–19
  • Profeta como Moisés que Dios levantará y al que hay que escuchar — Deuteronomio 18:15–19

Libros históricos (Josué – Ester)

  • Linaje davídico: un hijo de David con trono eterno — 2 Samuel 7:12–16
  • Trono perpetuo prometido a la casa de David — 1 Crónicas 17:11–14
  • Confirmación de la promesa del trono de David — 2 Crónicas 7:18 (en conexión con 2 Samuel 7)

Salmos (muchos son mesiánicos)

  • Hijo entronizado en Sion, Hijo de Dios que gobierna las naciones — Salmo 2:6–12
  • Dominio del Hijo del Hombre sobre toda la creación — Salmo 8:4–6
  • Resurrección: el Santo de Dios no verá corrupción — Salmo 16:8–11
  • Sufrimientos del Mesías: clamor de abandono, manos y pies traspasados, reparto de vestiduras — Salmo 22:1, 7–8, 16–18
  • Huesos no quebrados del justo — Salmo 34:20
  • Obediencia perfecta: “hacer tu voluntad… en medio de mi corazón” — Salmo 40:6–8
  • Celo por la casa de Dios y afrentas por su causa — Salmo 69:9
  • Hiel y vinagre dados al justo sufriente — Salmo 69:21
  • Rey justo que gobierna con justicia y trae paz universal — Salmo 72:1–11, 17
  • Señor a la diestra de Dios, rey y sacerdote según Melquisedec — Salmo 110:1–4
  • Piedra rechazada por los edificadores que llega a ser cabeza del ángulo — Salmo 118:22–23

Libros sapienciales

  • Sabiduría eterna junto a Dios desde el principio (prefigura del Verbo) — Proverbios 8:22–31

Isaías (muy centrado en el Mesías)

  • Señal de Emanuel: niño nacido de una virgen/joven, “Dios con nosotros” — Isaías 7:14
  • Cristo como piedra de tropiezo y roca de escándalo — Isaías 8:14
  • Luz en Galilea: el pueblo en tinieblas ve gran luz — Isaías 9:1–2
  • Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, rey eterno: “Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” — Isaías 9:6–7
  • Retoño del tronco de Isaí, sobre el cual reposa el Espíritu de Dios — Isaías 11:1–5
  • Reino de paz y conocimiento de Dios sobre la tierra — Isaías 11:6–10
  • Piedra probada, angular, preciosa, fundamento seguro — Isaías 28:16
  • Voz que clama en el desierto preparando el camino de Yahveh — Isaías 40:3–5
  • Siervo escogido, luz de las naciones, pacto para el pueblo — Isaías 42:1–7
  • Siervo que será luz hasta lo último de la tierra — Isaías 49:6–7
  • Siervo que sufre desprecio pero será exaltado — Isaías 50:6; 52:13–15
  • Siervo sufriente: despreciado, cargando nuestras enfermedades y pecados, llevado como cordero al matadero, muerto con los malvados y con los ricos en su muerte — Isaías 53:1–12
  • Buenas nuevas a los pobres, libertad a los cautivos, año agradable de Yahveh — Isaías 61:1–2

Jeremías – Lamentaciones – Ezequiel

  • Renuevo justo de David, rey que reinará sabiamente, llamado “Yahveh justicia nuestra” — Jeremías 23:5–6
  • Renuevo justo para David; Jerusalén llamada “Yahveh justicia nuestra” — Jeremías 33:15–16
  • Nuevo pacto: ley en la mente y corazón, perdón definitivo de pecados — Jeremías 31:31–34
  • Un solo pastor sobre ellos, “mi siervo David”, pastor y príncipe para siempre — Ezequiel 34:23–24; 37:24–26

Daniel

  • Reino de Dios como piedra que desmenuza los reinos humanos y se hace gran monte — Daniel 2:34–35, 44–45
  • Hijo de Hombre que viene sobre las nubes y recibe dominio eterno — Daniel 7:13–14
  • Setenta semanas: expiación de la iniquidad, justicia eterna y Ungido que será cortado — Daniel 9:24–27

Oseas – Joel – Amós – Abdías – Jonás – Miqueas

  • “De Egipto llamé a mi hijo” (Israel como tipo de Cristo, cumplido en Jesús) — Oseas 11:1
  • Pueblo que no era pueblo llega a ser pueblo de Dios (inclusión de gentiles) — Oseas 1:10; 2:23
  • Restauración al tercer día (usado como figura de resurrección) — Oseas 6:2
  • Derramamiento del Espíritu sobre toda carne — Joel 2:28–32
  • Nacimiento del rey en Belén, cuyo origen es desde la eternidad — Miqueas 5:2–5

Nahúm – Habacuc – Sofonías

(Las referencias mesiánicas aquí son más indirectas, ligadas al “día de Yahveh” y la salvación final)

  • Gozo de Dios en medio de su pueblo, salvación y renovación — Sofonías 3:14–17

Hageo – Zacarías – Malaquías

  • Gloria futura del templo mayor que la primera (Cristo como verdadera gloria del templo) — Hageo 2:6–9
  • “Mi siervo, el Renuevo”; iniquidad quitada en un solo día — Zacarías 3:8–9
  • Varón llamado Renuevo, sacerdote en su trono, consejo de paz entre ambos oficios — Zacarías 6:12–13
  • Rey humilde que entra en Jerusalén montado sobre un asno — Zacarías 9:9–10
  • Pastor rechazado, salario de treinta piezas de plata arrojadas en la casa de Yahveh — Zacarías 11:12–13
  • Mirarán al que traspasaron y harán lamentación — Zacarías 12:10
  • “Hiere al pastor, y serán dispersas las ovejas” — Zacarías 13:7
  • Mensajero que prepara el camino y el Señor que viene a su templo — Malaquías 3:1
  • Envío de Elías antes del día grande y terrible de Yahveh — Malaquías 4:5–6

22/11/25

El Jesús histórico

El Jesús histórico

El Jesús histórico

Qué cosas sobre Jesús se pueden afirmar con bastante consenso histórico y qué cosas ya son cuestión de fe.

1. “Mínimos históricos” sobre Jesús

Son puntos que aceptan muchos historiadores (también no creyentes), combinando fuentes bíblicas y extrabíblicas:

  1. Jesús existió realmente
    – Judío del siglo I, en Palestina (Galilea y Judea).
    – Las menciones de Josefo, Tácito, Plinio, etc. respaldan que no es un personaje inventado.

  2. Fue un predicador itinerante en Galilea
    – Anuncia el “Reino de Dios” (un mensaje religioso y moral para Israel).
    – Se mueve entre aldeas, no en las élites de Jerusalén.
    – Usa parábolas, imágenes del campo, de la vida diaria.

  3. Tuvo discípulos y un círculo cercano
    – Un grupo de seguidores estables (los Doce) y muchos simpatizantes.
    – Entre ellos, figuras históricas como Pedro, Juan, Santiago, etc., que luego aparecen también en fuentes extrabíblicas (Santiago en Josefo, por ejemplo).

  4. Se ganó fama de sanador y exorcista
    – Los propios Evangelios, que son pro-Jesús, pero también sus adversarios, lo presentan como alguien asociado a “poderes” (los adversarios dicen que es por Beelzebú).
    – Históricamente es muy probable que la gente en su entorno lo viera así, aunque el historiador no puede decidir si eran milagros, curaciones psicosomáticas, sugestión, etc.

  5. Generó controversia religiosa
    – Entró en conflicto con ciertos grupos: fariseos, saduceos, sacerdotes del templo.
    – Hay gestos simbólicos fuertes (como la actuación en el templo de Jerusalén) que encajan muy bien con una figura profética.

  6. Fue ejecutado por crucifixión bajo Poncio Pilato
    – Esto lo afirman las fuentes cristianas y lo confirman fuentes romanas como Tácito.
    – La crucifixión era una pena romana para rebeldes y esclavos, lo que indica que Roma lo vio como una amenaza política o de orden público (aunque envuelta en un conflicto religioso judío).

  7. Tras su muerte, surgió rápidamente un movimiento que lo proclamó Mesías y Señor
    – En pocas décadas hay comunidades cristianas en Jerusalén, Siria, Asia Menor, Grecia y Roma.
    – Textos como las cartas auténticas de Pablo (años 50 del siglo I) son muy tempranos y muestran que desde muy pronto se le adoraba como Señor y se proclamaba su resurrección.

  8. Sus discípulos creyeron sinceramente que se les había aparecido después de muerto
    – El historiador puede constatar que:
      • personas que lo conocieron, y otros de la primera generación, están convencidos de que Jesús vive y se les ha manifestado;
      • esa convicción cambió su comportamiento (de miedo a predicación pública) y los llevó en varios casos al martirio.
    – Lo que la historia no puede dictar es qué ocurrió exactamente (visión subjetiva, experiencia mística, un hecho físico, etc.), solo que ellos creyeron algo que interpretaron como encuentro con el Resucitado.

Con estos puntos, la gran mayoría de especialistas en historia antigua acepta que Jesús no es un mito, sino un personaje real con cierto perfil: maestro judío, profeta carismático, ejecutado por Roma, origen de un movimiento religioso que crece muy rápido.

2. Lo que ya es cuestión de fe (no demostrable históricamente)

Aquí entramos en afirmaciones que la historia no puede ni probar ni refutar, porque superan su método:

  1. Que Jesús sea el Hijo de Dios / segunda Persona de la Trinidad
    – Históricamente se puede decir: “los cristianos muy pronto lo adoraron como Dios y lo llamaron Hijo de Dios”.
    – Pero si Él lo es realmente o no, eso pertenece a la teología, no a la historiografía.

  2. La resurrección como hecho sobrenatural
    – La historia puede constatar:
      • la tumba vacía (según las fuentes cristianas) y, sobre todo,
      • la fe pascual de los discípulos y el nacimiento del movimiento.
    – Pero la afirmación “Dios lo resucitó corporalmente de entre los muertos” es una propuesta de fe.
    – Un historiador no creyente puede decir “hubo experiencias que ellos interpretaron como apariciones”; un creyente dirá “fueron verdaderas apariciones del Resucitado”.

  3. La interpretación salvífica de la cruz (Jesús muere por nuestros pecados)
    – Históricamente: Jesús fue ejecutado en una cruz.
    – Teológicamente: esa muerte tiene un sentido dado por Dios (redención, expiación, victoria sobre el mal).
    – El “sentido” profundo es confesión de fe, no dato comprobable.

  4. La virginidad de María, la concepción por obra del Espíritu Santo, etc.
    – Son afirmaciones de fe basadas en los textos bíblicos.
    – La historia no puede confirmarlas ni negarlas con sus métodos.

  5. Los milagros como intervenciones sobrenaturales
    – Se puede estudiar que Jesús tenía fama de curar y que la gente sentía que sucedía algo extraordinario.
    – Pero decir si cada hecho fue sobrenatural o no pertenece a la fe, a la filosofía, o a la experiencia personal de cada uno.

3. Cómo se combinan historia y fe

Muy resumido:

La historia llega hasta:

“Existió Jesús de Nazaret, maestro judío, con fama de sanador, que anunció el Reino de Dios, reunió discípulos, entró en conflicto con autoridades y fue crucificado bajo Poncio Pilato; tras su muerte, sus seguidores estuvieron convencidos de que Dios lo había resucitado y, por esa convicción, nació la Iglesia”.

La fe cristiana añade:

“Ese Jesús es el Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, cuya muerte y resurrección nos salvan; vive hoy y actúa en la historia”.

La primera parte se discute en universidades, libros de historia, estudios críticos, incluso entre investigadores no creyentes.
La segunda pertenece al ámbito de la fe, la teología, la experiencia espiritual y la decisión personal.

¿Cómo sé si tengo el Espíritu Santo?

¿Cómo sé si tengo el Espíritu Santo?

¿Cómo sé si tengo el Espíritu Santo?

La pregunta de fondo es: ¿cómo sé si tengo el Espíritu Santo si no experimento manifestaciones espectaculares?

Podemos responderla mirando a la obra interna y continua del Espíritu, no solo a experiencias puntuales o llamativas.

1. El error de reducir al Espíritu Santo a manifestaciones externas

En muchos contextos se ha asociado la presencia del Espíritu Santo casi exclusivamente con:

  • fenómenos físicos llamativos
  • emociones intensas
  • dones más visibles (sanidades, lenguas, etc.)

Eso crea dos problemas fundamentales:

  • Cristianos verdaderos se sienten de segunda categoría porque no han vivido ciertas experiencias.
  • Se confunde lo espectacular con lo espiritual, como si lo que más llama la atención fuera lo más profundo.

La Escritura muestra que el Espíritu Santo sí puede obrar de maneras poderosas y visibles, pero nunca presenta esas cosas como la prueba definitiva de que Él habita en alguien.

2. La obra principal del Espíritu es interna, no escénica

El Espíritu Santo realiza principalmente una obra interna, profunda:

  • regenera el corazón (nuevo nacimiento)
  • ilumina la mente para entender la Palabra
  • convence de pecado
  • nos guía a Jesús y nos hace confiar en Él
  • nos va conformando al carácter de Cristo

Todo esto ocurre muchas veces sin ruido, sin espectáculo, sin “show”, pero con un poder real y transformador.

La pregunta clave no es: «¿he tenido una experiencia extrema?» sino: «¿el Espíritu está transformando mi interior?»

3. La evidencia más clara: el fruto del Espíritu

Cuando la Escritura habla del fruto del Espíritu, no dice “los frutos” como cosas opcionales, sino “fruto”, una obra integral. Se describen, entre otras, estas realidades:

  • amor
  • gozo
  • paz
  • paciencia
  • benignidad
  • bondad
  • fidelidad
  • mansedumbre
  • dominio propio

Este fruto responde a la pregunta: “¿cómo sé que un árbol es de naranja?” Porque da naranjas.

De la misma forma, podemos decir: “¿cómo sé que el Espíritu Santo está en mí?” Porque su fruto comienza a verse en mi carácter y en mi manera de vivir.

No se trata de perfección, sino de dirección:

  • antes explotabas fácilmente, ahora el Señor te está enseñando paciencia
  • antes guardabas rencor, ahora el Espíritu te impulsa al perdón
  • antes vivías solo para ti, ahora te importa el bien de otros
  • antes el pecado te era indiferente, ahora te duele fallar a Dios

No es que nunca caigas, sino que ya no puedes estar cómodo viviendo en lo mismo.

4. Otros indicios de la presencia del Espíritu Santo

a) Un anhelo genuino por Dios

El Espíritu Santo despierta en el creyente:

  • hambre de la Palabra
  • deseo de orar, aunque a veces cueste
  • anhelo de congregarse y estar con el pueblo de Dios
  • deseo de agradar a Dios más que a uno mismo

Ese anhelo no es natural; es una obra de Dios en el corazón.

b) Lucha contra el pecado

Quien no tiene al Espíritu puede vivir en pecado sin conflicto profundo. Pero quien tiene el Espíritu:

  • se duele cuando peca
  • es corregido por Él
  • es llevado a confesar y arrepentirse
  • no puede hacer del pecado su estilo de vida “normal”

La lucha misma, ese conflicto interior, es evidencia de vida espiritual.

c) Obediencia creciente

El Espíritu Santo nos mueve a:

  • tomar decisiones que honren a Dios
  • soltar cosas que antes considerábamos intocables
  • cambiar hábitos, relaciones y prioridades, aunque nos cueste

No es solo emoción de un día; es un cambio real en la vida cotidiana.

5. Diferencia entre dones y fruto

Es importante distinguir entre:

  • dones espirituales: capacidades que el Espíritu da para servir (enseñar, exhortar, ayudar, liderar, misericordia, etc.)
  • fruto del Espíritu: carácter transformado a la imagen de Cristo

Alguien puede manifestar un don de manera impresionante, pero sin amor, sin humildad y sin obediencia. El don puede llamar la atención, pero el fruto muestra la verdadera madurez espiritual.

Dios no nos pedirá cuentas de cuán “espectaculares” fueron nuestras experiencias, sino de cuán semejantes a Cristo fuimos.

6. ¿Qué hacer si dudo de si tengo el Espíritu Santo?

Si en tu corazón surge la duda, puedes hacerte estas preguntas:

  • ¿He creído de verdad en Jesucristo como mi Señor y Salvador, confiando solo en Él?
  • ¿Veo, aunque sea de forma pequeña pero real, cambios en mi carácter y deseos?
  • ¿Hay en mí una lucha contra el pecado y un anhelo, aunque débil, de agradar a Dios?
  • ¿Busco cada vez más lo que Dios quiere, y no solo lo que yo quiero?

Si la respuesta es “sí”, aunque sea “sí, pero muy débil”, allí ya se ve una obra que no nace de la carne.

Y si la respuesta es “no” o “no lo sé”, la salida no es forzar una experiencia emocional, sino:

  • volver a Cristo
  • pedir a Dios que tenga misericordia
  • rogarle que te dé un corazón nuevo y su Espíritu
  • exponerte a la Palabra, a la oración y a la vida de iglesia

7. Vivir consciente del Espíritu, no obsesionado con señales

El llamado no es a vivir comparándonos con las experiencias de otros, sino a:

  • caminar cada día guiados por el Espíritu
  • no apagar su voz cuando nos convence
  • cultivar su fruto en obediencia y humildad

En resumen:

  • no medimos la presencia del Espíritu por si alguien se cae, grita o hace algo fuera de lo común
  • la reconocemos en la transformación profunda: amor donde antes había egoísmo, paz donde antes había caos, gozo en medio de pruebas, paciencia donde antes solo había ira, y un anhelo creciente por Dios

Ahí, en esa obra silenciosa pero firme, está la evidencia de que el Espíritu Santo habita en ti.

12/10/25

¿De dónde vino Dios?

¿De dónde vino Dios?

¿De dónde vino Dios? — El error de la pregunta y la grandeza del Creador

Cuando alguien pregunta: “¿De dónde vino Dios?”, esa pregunta ya parte de un error de base. No es una pregunta inocente, sino una que revela una confusión fundamental sobre la naturaleza de Dios. Porque al preguntar “¿de dónde?”, estamos aplicando a Dios las categorías de tiempo, espacio y materia, pero el Dios de la Biblia no está dentro de esas categorías: Él las creó.

La Escritura comienza con una afirmación que responde a más de mil preguntas filosóficas y científicas en solo diez palabras:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
(Génesis 1:1)

Aquí tenemos el principio del tiempo: “en el principio”.
Tenemos el espacio: “los cielos”.
Y tenemos la materia: “la tierra.”

En una sola frase, la Biblia presenta la creación del continuo tiempo-espacio-materia. Los tres elementos aparecen de forma simultánea, porque no pueden existir el uno sin el otro.

  • Si existiera la materia pero no el espacio, ¿dónde la colocarías?
  • Si existieran materia y espacio pero no el tiempo, ¿cuándo ocurriría su existencia?

Por lo tanto, Dios creó tiempo, espacio y materia al mismo instante, lo que demuestra Su trascendencia absoluta. Él está fuera del tiempo, por encima del espacio y no depende de la materia.
Esto significa que Dios no puede tener un “origen”, porque el “origen” es un concepto que pertenece al tiempo, y Dios existe antes del tiempo.


El Dios eterno y autosuficiente

La Biblia afirma claramente la eternidad de Dios:

“Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.”
(Salmo 90:2)

Dios no llegó a ser, Él es. No tuvo un principio, porque Él es el principio de todo lo que existe. Moisés lo entendió al preguntar Su nombre, y Dios respondió:

“YO SOY EL QUE SOY.”
(Éxodo 3:14)

Ese nombre, “Yo Soy”, expresa una existencia eterna, independiente y autosuficiente. Dios no depende de nada ni de nadie para existir. Él es el Ser necesario, mientras que todo lo demás es ser contingente, es decir, dependiente de Él.

El apóstol Pablo lo explica así:

“Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos.”
(Hechos 17:28)

Toda la creación depende de Su voluntad, pero Él no depende de la creación. Él no está limitado por las leyes naturales, porque Él las estableció. Por eso, cuando alguien pregunta “¿quién creó a Dios?”, no entiende que Dios no es un ser creado. Él es el Creador no creado, la causa primera de todas las cosas.


El universo: una trinidad de trinidades

Cuando Dios creó el universo, lo hizo reflejando su propio carácter trinitario. En Génesis 1:1 vemos lo que algunos teólogos llaman una “trinidad de trinidades”:

  • Tiempo: pasado, presente y futuro.
  • Espacio: longitud, anchura y altura.
  • Materia: sólido, líquido y gas.

Tres aspectos, cada uno compuesto de tres partes inseparables. Y todo esto fue creado simultáneamente, de manera perfecta, por un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Esta armonía matemática y lógica en la creación muestra el sello divino de la Trinidad en todo lo creado.

Dios, por tanto, está fuera del tiempo, presente en todo lugar y sostiene todo por Su poder.
El apóstol Pablo dice:

“Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten.”
(Colosenses 1:17)

Dios no es parte del universo, Él es la fuente del universo.
No está atrapado dentro del espacio, porque Él lo llena todo.
No envejece con el tiempo, porque Él lo gobierna.


La limitación de la razón humana

Muchos piensan que, si no pueden entender algo, entonces ese algo no puede ser real. Pero el Dios de la Biblia trasciende el entendimiento humano.
Isaías 55:8–9 declara:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”

Intentar meter a Dios en las categorías limitadas de nuestra mente finita es como querer meter el océano en un vaso de agua. Si pudiéramos comprender plenamente a Dios, dejaría de ser Dios.
El salmista lo expresa con humildad:

“Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender.”
(Salmo 139:6)

La pregunta “¿de dónde vino Dios?” presupone que Dios tiene un origen y que está sujeto al tiempo, pero eso sería un dios inventado por el hombre, un dios pequeño, limitado, que cabe en la mente humana.
El verdadero Dios es infinito, eterno y omnipotente.


El argumento moral y racional

Y si negamos a ese Dios eterno, ¿qué nos queda?
Si, como muchos dicen, el universo y la vida son el resultado de una casualidad química, ¿cómo podemos confiar siquiera en nuestra razón?

Si tu cerebro es solo una combinación accidental de moléculas sin propósito, entonces tus pensamientos no son más que reacciones químicas sin sentido.
Entonces, ¿por qué confiar en ellos para afirmar cualquier verdad?
Sin Dios, la lógica, la moral y la verdad pierden su fundamento.

El apóstol Pablo dice en Romanos 1:21–22:

“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
Profesando ser sabios, se hicieron necios.”

Por eso, negar a Dios no es un acto de sabiduría, sino de ceguera espiritual. El Dios de la Biblia no necesita haber sido creado, porque Él es el Creador eterno, y sin Él nada de lo que existe podría existir.


Conclusión: El Dios que está más allá y más cerca que nadie

El Dios de las Escrituras no solo está fuera del tiempo, el espacio y la materia; también decidió entrar en ellos por amor a nosotros.
En Jesucristo, el Eterno se hizo temporal, el Infinito tomó forma finita, el Creador se hizo criatura.

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.”
(Juan 1:14)

El mismo que creó el tiempo entró en el tiempo para redimir a los que estaban perdidos.
El mismo que sostiene el universo se humilló hasta la cruz.
El mismo que no puede ser contenido por los cielos habita ahora en el corazón de los que creen en Él.

Así que, cuando alguien pregunte: “¿De dónde vino Dios?”, puedes responder con convicción y reverencia:
Dios no vino de ningún lado. Él es el origen de todo.
Él no fue creado, Él es el Creador.
Él no comenzó a existir, Él es el principio y el fin, el Alfa y la Omega.

Y ese Dios eterno nos amó tanto que vino a buscarnos en Cristo Jesús.

“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”
(Apocalipsis 1:8)

Ese es el Dios que adoramos, eterno, infinito y digno de toda alabanza.

5/10/25

Servir a Dios con el corazón

Servir a Dios con el corazón — Romanos 1:9

Servir a Dios con el corazón: el secreto del verdadero ministerio

“Dios, a quien sirvo de corazón predicando el evangelio de su Hijo, me es testigo de que los recuerdo a ustedes sin cesar.”

Cuando uno lee las cartas de Pablo, percibe algo más que doctrina. Percibe el latido de un corazón que ama a Dios y ama a las personas. Romanos 1:9 no es solo una frase piadosa; es una ventana abierta al alma de un hombre que vivía con un solo propósito: servir a Dios desde lo más profundo de su ser.

Vivimos tiempos donde el servicio cristiano muchas veces se mide por resultados visibles, seguidores o reconocimiento. Pero Pablo nos recuerda que el verdadero servicio no se hace desde el escenario, sino desde el altar interior del corazón. Por eso, quiero hablarte de lo que significa servir a Dios de corazón, porque cuando el corazón se convierte en altar, toda la vida se transforma en adoración.

I. “Dios, a quien sirvo de corazón” — El servicio como adoración

Pablo usa una palabra poderosa: latreuō. Ese término, en el griego original, no describe un trabajo o una tarea, sino el servicio sacerdotal, el culto ofrecido a Dios en el templo. En otras palabras, Pablo está diciendo: “Mi ministerio es mi culto. Predicar el Evangelio es mi adoración.”

No se trata solo de hacer cosas para Dios, sino de ofrecerle la vida misma como sacrificio vivo (Romanos 12:1). El verdadero siervo no trabaja para ganar mérito; trabaja porque su corazón está ardiendo de gratitud.

Pablo no está sirviendo desde la carne, sino “en su espíritu” —es decir, desde el hombre interior, donde el Espíritu Santo habita y transforma. Y eso nos confronta: ¿desde dónde estamos sirviendo? ¿Desde la emoción? ¿Desde la costumbre? ¿Desde la obligación? ¿O desde un corazón enamorado de Cristo?

Cuando el corazón es el altar, no hay cansancio que te detenga, ni crítica que te hiera, ni aplauso que te eleve. El corazón que sirve de verdad no busca posición, busca presencia.

II. “Predicando el evangelio de su Hijo” — El centro del servicio

Pablo añade: “sirvo… en el evangelio de su Hijo.” No servía en sus propias ideas, ni en una organización, ni en un programa. Servía en el Evangelio de Jesucristo, el mensaje del Hijo, el corazón mismo de Dios revelado a los hombres.

Eso significa que todo lo que Pablo hacía giraba alrededor de Cristo. El Evangelio no era su tema; era su vida. El Evangelio no era un contenido; era su identidad.

Predicar el Evangelio del Hijo es más que transmitir doctrina. Es mostrar con nuestra vida que el Hijo vive en nosotros. Cada vez que Pablo abría la boca, el cielo tenía eco en la tierra.

Hoy la Iglesia necesita volver a ese centro. No a una agenda humana, sino a un Cristo vivo y resucitado. Porque no hay Evangelio verdadero si no está lleno del Hijo. Y no hay servicio genuino si no fluye del amor al Hijo.

III. “Dios me es testigo… los recuerdo sin cesar” — El amor pastoral

Pablo termina el versículo con una afirmación íntima: “Dios me es testigo de que los recuerdo a ustedes sin cesar.” Aquí se revela el corazón de un pastor verdadero. Pablo no conocía aún a los creyentes de Roma, pero los llevaba en oración constante. Su ministerio no era mecánico, era relacional. No era institucional, era espiritual. Servía a Dios amando a las personas.

No hay servicio genuino a Dios que no se traduzca en amor por las almas. Quien dice servir al Señor y no ora por su pueblo, no sirve realmente: trabaja, pero no ministra. El que ama a Dios intercede por los hombres. El que sirve a Cristo recuerda a sus hermanos “sin cesar.”

Pablo podía invocar a Dios como testigo porque su vida era transparente delante del cielo. Y eso es lo que distingue a un siervo maduro: puede apelar a Dios como testigo de su integridad. No necesita defenderse; su comunión con el Padre lo respalda.

  • Sirve con sinceridad: No busques reconocimiento, busca agradar al Señor. Él ve el corazón (1 Samuel 16:7).
  • Sirve en el Evangelio, no en tu ego: Todo lo que no tiene a Cristo en el centro es ruido, no ministerio.
  • Ora por aquellos a quienes sirves: Tu ministerio no será más efectivo por tener más recursos, sino por tener más rodillas dobladas.

El servicio verdadero no comienza en el púlpito, sino en el altar invisible del corazón. El mundo puede ver tus obras, pero solo Dios puede ver tu espíritu sirviendo. Y Él busca eso: siervos que le sirvan de corazón.

Pablo no escribió Romanos 1:9 para impresionar, sino para confesar una realidad: su vida entera era adoración. Predicar el Evangelio del Hijo era su manera de amar a Dios, y orar sin cesar era su manera de amar a las personas.

Que el Señor encuentre en nosotros siervos que sirvan en el espíritu, que prediquen el Evangelio de su Hijo, y que recuerden sin cesar a los hermanos. Porque el corazón que sirve a Dios de verdad, nunca se apaga; arde con el fuego del Espíritu Santo.

Versículos de apoyo: Juan 4:23; Romanos 12:1; 1 Tesalonicenses 1:2; Filipenses 1:3–5.